No hay enemigo pequeño. A la Revolución Ciudadana, esta frase debe retumbarle de forma perturbadora ahora que el expresidente Lenín Moreno se ha pronunciado en su dos últimos tuits, sobre las supuestas conversaciones entre Rafael Correa y el exgeneral de Policía, Víctor Aráus, sobre el anhelo de encarcelarlo junto con su esposa Rocío Jarrín y sus exministros María Paula Romo y Sebastián Roldán para luego ordenar un motín. Todo esto a cambio de la candidatura presidencial.
Las reacciones que despertó esta conversación, revelada en los documentos del caso Encuentro, fueron a una velocidad mucho mayor que los procesos institucionales y la contrastación de versiones (seguir las declaraciones de Víctor Aráus), por lo que al correísmo se le abrió un nuevo relajo político que le costará tiempo, cabeza y esfuerzos para neutralizarlo.
Obsesionada por enjuiciar a la fiscal Diana Salazar, por buscar desde todos los frentes la libertad de Jorge Glas y por validar, en la Asamblea, la versión de Ronny Aleaga, la Revolución Ciudadana ha quedado expuesta a la construcción de un peligroso relato que Moreno y Romo han sabido aprovechar para reivindicar su gobierno y la destrucción de Alianza PAIS.
“Sabía que extirpar el socialismo del Siglo XXI del Ecuador y evitar que seamos otra Venezuela tendría un costo muy alto en mi vida”. Frase lapidaria para un político que casi tres años después de haber dejado la Presidencia busca quedar bien con la historia, resaltando lo que a su juicio fue su principal misión: desmontar el correísmo.
Claro, en 2021, esa tarea era sinónimo de traición política, regreso del neoliberalismo y destrucción de la huella progre que tantos triunfos electorales dio a Alianza PAIS.
Hoy, la realidad es otra. El estallido de la violencia, los descubrimientos de la Fiscalía y los nexos que poco a poco se han tejido entre esa corriente política y personajes indeseables, ponen la obra de Moreno en otra dimensión: el del combate a las mafias, que tan bien desarrolló como concepto Fernando Villavicencio, hasta el día de su asesinato, y que ahora María Paula Romo enarbola como el primer ingrediente de su pieza discursiva que, seguramente, lo explotará con habilidad en las próximas elecciones si decide ser candidata.
La cuestión aquí es de mayor calado. Moreno, si en algo ha logrado ser políticamente eficiente, es en importunar a Correa. Narrando exclusivamente los hechos, que ahora son historia, tuvo la habilidad para alejarlo de su gobierno y, a través del voto popular, lograr la reestructuración del Cpccs y los organismos de control que, por ejemplo, permitieron la llegada de Diana Salazar, el personaje por el cual Correa está prófugo, por las sentencias judiciales que pesan sobre él.
No sería nada raro que en torno a la defensa de la Fiscal y su trabajo, así como en memoria de Villavicencio, tome más fuerza la corriente política que enarbola el anticorreísmo y complique electoramente no solo a la RC, sino al propio presidente Daniel Noboa.
En ese cometido, Romo necesitará que el relato de quien fue su presidente cale en la opinión pública para mover electores. Por eso él, en sus dos últimos tuits denuncia que fue Correa quien lo persiguió para “llevarme a la cárcel y asesinarme con la ayuda de las mafias del narcotráfico”.
En Bélgica ya habrá pleno convencimiento de que en política no hay enemigo pequeño y con Moreno, mucho menos.
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