La unidad de la izquierda... infantil

1.- La Unidad Popular se abrió. Pese a ser la facción a la que más le convenía el traspaso de votos, incluso para no desaparecer del registro electoral, este partido, que aglutina a los sindicatos del sector público y el magisterio –muy menguados, por cierto-, ha mostrado coherencia. Es decir, mantienen su cuestionamiento a lo que la Revolución Ciudadana significó para “su lucha popular”, destruyendo a la UNE y criminalizando la protesta social y el ambientalismo. Claro, en el relato de este sector no es conveniente admitir que el gobierno de Rafael Correa buscó sacar al MPD de la educación pública, sector que siempre ha sido su botín y donde jamás hubo excelencia académica.

2.- El borra y va de nuevo de Alberto Acosta. Es insólito que una de las figuras más destacadas de la izquierda ecuatoriana, en los 90 y los 2000, salude la reunión de la Casa de la Cultura como si nada hubiese pasado. Debía darle urticaria ver a los indígenas y a la Unidad Popular sentados junto al correísmo, movimiento que apartó a Alberto Acosta del poder e hizo tabla rasa de muchos de los preceptos de izquierda que se empeñó en introducir en la Constitución de Montecristi. En un mensaje que colgó en su cuenta X, el otrora segundo hombre fuerte de Alianza PAIS, insiste en la receta de un socialismo comunitario y ambiental, lejano a las grandes corporaciones capitalistas a las que él tanto reprocha. El problema es que la RC5, en cabeza de la propia Luisa González, cuestiona estos fundamentos y más bien plantea, con necesario pragmatismo, la posibilidad de expandir la producción petrolera. Lo más triste de todo, es que Alberto Acosta nada dice de la ética y el combate a la corrupción.

3.- A Leonidas Iza sí le conviene la unidad. Para él, como político, es preferible plegar a un gran proyecto donde no tenga que enfrentar una candidatura presidencial. Más cómodo sería ser compañero de fórmula de Luisa González o liderar la lista de asambleístas nacionales. De esta manera, su liderazgo personal, nutrido a base de radicalismos e ideas comunistas, no tendría que someterse al veredicto popular. El problema es que la Conaie ni Pachakutik, o al menos grandes facciones de estas plataformas, estarán de acuerdo a volver con la Revolución Ciudadana, agrupación que tanto los persiguió en su década de gobierno.

4.- El globo de ensayo correísta. Nadie en la Revolución Ciudadana, por fuera de Luisa González y Andrés Arauz, mostró entusiasmo por la reunión en la Casa de la Cultura. Esto significa que la unidad de esas izquierdas es solo una de tantas posibilidades. Claro está que para este sector es más importante cerrar las heridas internas y tener un candidato que los aglutine. En esa pelea están Gustavo Jalkh, Paola Pabón, Augusto Verduga y González. Una vez que definan al binomio presidencial, con la absoluta anuencia de Correa, será difícil que esa fórmula quede de lado para dar paso a alguien de otro sector. Además, hablando electoralmente, la RC5 es cien veces más sólida que las otras fuerzas. Por lo tanto, impondrán la agenda donde, por supuesto, la recuperación del control de la Justicia no estará bajo cuestión.

5.- Jimmy Jairala no es de izquierda. Y José Serrano, su precandidato, peor.