La decisión del presidente Daniel Noboa de destituir a la ministra de Energía, Andrea Arrobo, en el marco de la crisis eléctrica con el retorno de los apagones, era justa y necesaria. Incluso, fue tardía.
Pero de ahí a señalarla como parte de un plan oscuro de sabotaje, hay una distancia bien grande que las investigaciones pertinentes tendrán que demostrarlo.
Lo contrario es asumir que Noboa y sus asesores persisten en la estrategia de fabricar enemigos para sentar, en la agenda política y en la conversación nacional, la idea de que hay batallas y disputas pendientes por luchar y vencer. Basta con leer a Umberto Eco para entender cómo opera esta suerte de matriz.
Si bien un ministro sirve para gestionar la política pública asignada a su cartera y para ser un fusible que evite que el presidente se queme, esta vez Noboa dio a Arrobo, y a otras 21 personas vinculadas a su área, una connotación mucho más compleja. La convirtió en la depositaria del fracaso y la improvisación de todo el Gobierno en la gestión eléctrica.
De esta manera querrá que los cinco días que restan para llegar a la consulta popular, sean otros los que se lleven la culpa y capitalicen el enorme descontento social por apagones de ocho horas diarias. Es decir, que el Presidente, como cabeza del Ejecutivo, poco tenga que explicarle al país.
Los resultados de esa consulta nos dirán si la apuesta de Noboa dio el efecto esperado. Hasta tanto, cabe apuntar que la fábrica de enemigos ha servido al Régimen para afianzarse políticamente.
Por ejemplo, la abrupta ruptura con el correísmo, a propósito de que este tensionara las relaciones diplomáticas entre México y Ecuador, pudo tener como objetivo, radicalizar posiciones a puertas de la consulta y volverla un espacio de disputa entre buenos y malos.
Y antes, el enfrentamiento, a ratos inexplicable, con la vicepresidenta Verónica Abad, hoy al frente de la Embajada de Ecuador en Israel, y cuyo hijo guarda prisión en La Roca por supuesto tráfico de influencias.
La situación de Noboa con Arrobo abre otra lectura importante. Es decir, la manera en la que se puede enfrentar una crisis: asumiendo la responsabilidad de los errores cometidos o echándoles la culpa de estos, a terceras personas, que generalmente son subalternos.
Esta pequeña diferencia marca el perfil de un líder, tanto en el mundo empresarial como en el de la política. Y de ello dependerá el trabajo del gabinete en adelante. Sobre la base de una colaboración patriótica por objetivos o sobre el temor que se ejerza en todo el equipo gubernamental.
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