19 jun 2024 , 12:07

El Rey está desnudo

   

El reportaje sobre Ecuador y el presidente Daniel Noboa, publicado en The New Yorker por el afamado Jon Lee Anderson, motivó dos lecturas. Una, lo vulnerable que puede ser el mandatario cuando está por fuera del entorno, muy reducido por cierto, en el que ejerce la política y administra los conflictos, al punto de volverse infidente de sí mismo y poner a todo el Gobierno en durísimos aprietos.

Dos, la dificultad que tiene el Régimen para plantarle cara a un incendio de esta magnitud y no encontrar otra respuesta mejor elaborada que cuestionar lo que se dice de Noboa o señalar que lo han sacado de contexto.

Una cosa es dar una entrevista jocosa en Radio Canela y otra, permitir que un reportero de la trayectoria de Jon Lee Anderson lo acompañara por varios días para saber cómo lidera un país en medio de una guerra interna, sin pensar que sus expresiones, confesiones, gestos y reacciones marcarían el eje central de un extenso artículo que bien podría leerlo el millón de suscriptores de esa revista impresa y un número muy superior en su versión digital.

Abrirle las puertas del Palacio de Carondelet a un personaje que ha retratado a todo tipo de gobernantes, pensando que no va a diferenciar al populista del estadista; o no va a darse cuenta de cuándo un operativo de seguridad tiene, en realidad, un propósito propagandístico, es desconocer cómo funciona el periodismo en el mundo.

En este punto, precisamente, radica la tercera lectura, que aún no se ha hecho sobre este reportaje. Desde los días de la campaña en primera vuelta, Noboa y su equipo se mostraron sumamente quisquillosos para hablar, en serio y a profundidad, con la prensa. Y cuando entraron al balotaje, el recelo fue mucho mayor, creyendo que con ingeniosos trends en TikTok era facilito ganar la Presidencia y pretender luego gobernar.

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Han sido siete meses en los que Noboa y sus funcionarios han puesto múltiples barreras de acercamiento con los medios y los periodistas. Cuando el viento les sopla a favor, los ignoran; pero cuando necesitan de estos, son selectivos. La agenda se divide entre medios vetados y medios cercanos.

Todo esto para que el gobierno esté lo menos expuesto a la crítica legítima de la prensa nacional. Es decir, que se hable muy poco de indicadores, de círculos de personas influyentes, de intereses económicos, de planes y proyectos a largo plazo. La única información que puede transmitirse es la que el Régimen decide contar, incluso, en pequeñas cápsulas que se viralizan por redes sociales. Eso es todo.

Pero bastó que un periodista de talla mundial entrará al núcleo del poder, desbarate todo ese secretismo y nos cuente, con pelos y señales, cómo piensa, cómo gobierna, qué hace y cómo vive Noboa y la influencia de su esposa.

Ya conocemos cuál es la visión del Presidente de Ecuador en el mundo, cuál es su misión como líder y a quiénes simplemente no soporta.

Jon Lee Anderson puso al rey al desnudo. La estrategia política y comunicacional del Gobierno, en adelante, será volverlo a vestir con una nueva narrativa, en donde el acercamiento independiente y democrático a la prensa no sea un capricho, sino un deber, emulando un poquito a Jaime Roldós.

*La debilidad del informe político sobre el asesinato a Fernando Villavicencio. Su viuda, Verónica Saráuz, dijo que la aprobación de ese documento en la Asamblea tiene como único objetivo dejar en la impunidad a los autores intelectuales del crimen. “El informe del Gobierno es un insulto a la memoria de Fernando Villavicencio”, señaló, al decir que la conclusión principal de este hecho, donde se señala que el móvil fue delincuencial, es inadvertir todo el contexto político que rodeó la trayectoria de este personaje en sus insistentes denuncias de corrupción. https://www.ecuavisa.com/noticias/politica/veronica-sarauz-informe-asamblea-insulto-memoria-fernando-villavicencio-XE7503213
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