Fueron de los que más ganaron con la muerte cruzada. Lograron que Guillermo Lasso dejara Carondelet y, en 2023, pusieron más legisladores que en 2021. Su estrategia de ser un partido bisagra les permitió captar la presidencia de la Asamblea, mantener su alianza con el correísmo y tender puentes con el flamante mandatario, al punto de que Esteban Torres, el rostro más activo del PSC en la legislatura cesada por Lasso, fuera nombrado viceministro de Gobierno, para convertirse hoy en uno de los personajes cercanos de Daniel Noboa.
Los socialcristianos volvieron a acariciar todo el poder, como estuvieron acostumbrados en los años 90 e inicios de los 2000. Pero, poco a poco, su arquitectura ha mostrado grietas muy peligrosas que no solo afectan su reputación como organización política, sino que por sus votos, el país camina nuevamente hacia un modelo de desorden institucional.
Olvidémonos un rato del caso Purga y de cómo el PSC protegió al impresentable Pablo Muentes, a sabiendas de las denuncias que la prensa le espetó por corrupto. Prefirieron usar los emblemas de su partido para acallar a los periodistas que le siguieron los pasos y luego, cuando el agua les llegó al cuello, fingieron un absoluto desconocimiento de sus fechorías.
En el plano legislativo, el PSC de los últimos meses ha dado muy pocas muestras de madurez, pese a ser el partido más antiguo en el hemiciclo.
Quizá lo destacable hayan sido sus votos para blindar a la fiscal Diana Salazar del asedio correísta de cara al juicio político.
Pero en lo demás han abundado las contradicciones. Se les hizo muy difícil sostener la tesis de no más impuestos, al punto de que Henry Kronfle, con habilidad parlamentaria, ‘baipaseó’ su apoyo al Gobierno para que este lograra subir el IVA. Y le tocó a Torres, socialcristiano de cepa, esta vez en la orilla de Carondelet, aceptar esa medida fondomonetarista era inevitable. Hasta parecía un político de la Democracia Popular.
Lo curioso es que ni Metástasis ni Purga, tampoco la recaptura de Jorge Glas en la Embajada de México, oxidaron la bisagra. Esta se dañó por los propios errores de los socialcristianos y su inclinación a legislar desde el populismo.
El otrora partido de los empresarios dio sus votos para que la Asamblea se tumbara el veto de Daniel Noboa contra la llamada ley de Acoso Laboral. Tampoco midieron la vergüenza colectiva que significó que, en medio de la peor crisis judicial, apoyaran un artículo de las reformas judiciales para dar licencia sin sueldo a los vocales de la Judicatura con prisión preventiva.
Como si el PSC jamás hubiera gobernado desde Carondelet, cometió el gravísimo error de plantear una ley de asignación directa a los gobiernos seccionales, limitando la capacidad del Ejecutivo para gestionar esos recursos desde una óptica nacional. ¿Se habrán preguntado si León Febres Cordero, presidente de la República, hubiese alentado una reforma de esa magnitud?
Y cuando nada parecía estar peor, llegó la enmienda constitucional que le resta fuerza al veto presidencial, obligando a que, en adelante, los presidentes boten al tacho de la basura cualquier ley porque, con los votos del PSC y de otras fuerzas por supuesto, se quemaron los puentes del diálogo, abriendo un peligroso escenario de chantaje político entre gobierno y parlamento, al más puro estilo del hombre del maletín en los años 90.
Por fuera de esta reflexión, el PSC, como organización política, se admira de que Noboa haya objetado totalmente la ley de los GAD, como si no supiera que un presidente sin recursos para financiar la guerra de mano dura que tanto aplaudió, tenga como prioridad cuidar el poco dinero de las arcas fiscales.
Todo este recuento deriva hoy en un cómico epílogo: el ala del PSC que está en el Gobierno ha terminado por enfrentarse al ala del PSC que comanda la Asamblea, por la suma de boicots y la falta de una agenda seria y nacional del que por años fue el gran partido de la derecha ecuatoriana.
Henry Kronfle no se equivoca al calificar de “chiquillada” la pugna con Esteban Torres, quien asegura que el Legislativo ahora quiere desestabilizar a Noboa.
Seguramente se acordó de todo lo que hicieron para sacar a Lasso del poder.
No obstante, la discusión de fondo va por otra vía: el experimento de querer cogobernar con todos: correístas, noboístas, alcaldes, feministas, jueces truchos de la judicatura y, ahora has con los de Construye, derivó en una crisis interna que, sumado a los coletazos de Purga y a la negativa de Jan Topic de ser candidato, esta vez sí puede pasarles una altísima fractura electoral.
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