El evidente deterioro de la salud del presidente Joe Biden puso a debatir al mundo sobre la importancia de contar con líderes que proyecten energía y que su vitalidad no esté en tela de duda.
Mientras en los países bananeros de democracias aniquiladas, la salud de los presidentes se oculta al punto de entrar en asuntos macabros, en EE.UU., este tópico marcó la primera etapa de la campaña electoral, con tanta fuerza, que Biden, en un ejercicio de envidiable responsabilidad, renunció a la reelección.
Esa es la madurez de un sistema político vigoroso. En Venezuela, en cambio, qué no se hizo para ocultar el cáncer del tirano Hugo Chávez y alargarle la agonía, mientras sus herederos veían cómo reacomodarse en el poder. O en Nicaragua, donde un déspota alcoholizado somete a toda una nación de la mano de su esposa, experta en hechizos y brujería.
Se dirá que Biden deja la elección presidencial por su problema cognitivo (¿demencia, mal de parkinson, Alzheimer?), mas no porque tiene 81 años.
Sin embargo, Donald Trump, con habilidad y audacia, insertó en el debate público las limitaciones de un presidente viejo y enfermo, a pesar de que él tiene 78 años, pero proyecta fuerza y plenitud.
Veamos si en el inevitable ejercicio de comparación que se hará más adelante, cuando el Partido Demócrata defina a su candidato, Trump quedará en el lado de los veteranos.
En Ecuador, el clivaje de la edad de nuestros líderes y caudillos ha sido una constante, porque tendemos a elegir a presidentes jóvenes: Jaime Roldós (39 años), Abdalá Bucaram (44), Jamil Mahuad (49), Lucio Gutiérrez (45), Rafael Correa (43), Daniel Noboa (35).
La edad del actual mandatario se convirtió en un atributo más potente, porque luego de Juan José Flores -en el siglo XIX, donde la expectativa de vida era muy baja-, es el presidente más joven de la historia.
Además, es el más joven en las naciones con democracias presidencialistas y, porque, su energía contrastó con las figuras de Guillermo Lasso y Lenín Moreno, quienes gobernaron con notorios problemas de movilidad.
Sin embargo, alrededor de Noboa comienza a construirse una imagen de improvisación y excesiva banalidad a la hora de enfrentar los problemas graves del país. De allí que no sería nada extraño que, en esta campaña electoral, el concepto experiencia se convierta en una gran cualidad por la que los electores se animen a votar.
Por lo tanto, mal hacemos en apelar al factor edad como un requisito indispensable para ganar una elección. Más aún, si se asume que la juventud, per se, es una virtud.
Volvamos, entonces, los ojos a Venezuela, donde el hablar pausado, pacífico y conciliador del académico Edmundo González puede darle a la oposición la primera victoria presidencial en 25 años frente al estridente chavismo, representado por un tipo de muy pocas luces democráticas e intelectuales como Nicolás Maduro que llegó a ese cargo con 51 años y en once de mandato no ha hecho otra cosa que reprimir a su país.
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