Martha Bucaram Ortiz fue una dirigente política. Gran parte de lo que significó el gobierno de Jaime Roldós, en la transición a la democracia entre 1978 y 1979, tuvo su impronta. Fue la sobrina de don Asaad Bucaram y dirigente del CFP, en donde forjó su liderazgo dando forma al matrimonio que llegó al poder con una montaña de votos y que pereció trágicamente en el accidente aéreo del 24 de mayo de 1981, para convertirse en leyenda.
Temple y carisma fueron los atributos de María Eugenia Cordovez, la primera dama que suavizó la imagen de León Febres Cordero; que logró ser el rostro de su política social; y que, además, fue determinante para que el secuestro de su marido en Taura, no derivara en la caída del gobierno.
De Ximena Bohórquez podríamos recordar su doble faceta: la mujer que peleó por la amnistía a Lucio Gutiérrez, luego del golpe del 21 de enero de 2000. Y aquella que hizo posible la creación de Sociedad Patriótica para edificar su propia carrera política en la diputación por Pichincha entre 2003 y 2005 y, luego, en la Constituyente de Montecristi en 2007, en medio, de una crisis matrimonial subsanada con los años.
O se puede hablar de Rocío González y María de Lourdes Alcívar, las dos, verdaderos soportes en lo personal para Lenín Moreno y Guillermo Lasso. La primera, con una visión política y de representación de polémicos intereses particulares dentro de la gestión de su marido. Y la segunda, siempre cerca de Lasso, proyectando un rol hogareño que en ocasiones lució anacrónico y excesivamente conservador.
En el Ecuador 2.0 se podría decir que Lavinia Valbonesi tiene algo de todas estas primeras damas. Su carisma como ‘influencer’ le abrió al candidato Daniel Noboa las pantallas de las redes sociales: verdaderas tarimas de la actualidad, en donde no fue necesario contar con un pensamiento político o una trayectoria de lucha que abonen, como sí ocurrió con Bucaram o Bohórquez, al proyecto programático presidencial. En estos pocos meses en el poder, Valbonesi se convirtió en el rostro amable del Gobierno y en un soporte político para el Presidente, igual que María Eugenia Cordovez, hace 40 años.
Pero también se ha expuesto políticamente, a riesgo de desgastar la imagen de todo el Gobierno. En un reciente ‘trend’ de Tik Tok, donde ella dice que las mujeres quieren un “man que resuelva”, en alusión a su esposo, fomenta los estereotipos machistas que, en la esfera de la gestión pública, no se pueden replicar.
Más aún cuando Valbonesi, como ya ocurrió con la esposa de Lasso, dice que su misión es luchar en contra de la violencia de género. Lo de ese video y las redes sociales ha quedado para las anécdotas palaciegas, pues la opinión pública hoy le cuestiona otros dos hechos de enorme preocupación.
El primero, las donaciones recibidas por una empresa minera, con serios intereses económicos en el Estado, para el desarrollo de un programa de capacitación para mujeres víctimas de la violencia.
Y el segundo, el proyecto inmobiliario en Olón, lugar de residencia de la pareja presidencial. Según las denuncias de las últimas horas, Vinazin S.A., una compañía de su propiedad, recibió las licencias expedidas por Sade Fritschi, ministra del Ambiente de su esposo, para construir en una zona de altísimo impacto por los manglares y el bosque protector de Santa Elena.
Por eso, comuneros de Olón protestan por el daño que ese proyecto causaría, reportando ya la tala de 21 de los 51 algarrobos existentes. Valbonesi y Noboa están a punto de meterle al Gobierno en una seria crisis política si no aclararan estas denuncias que implican la imperdonable afectación del ecosistema por un proyecto económico privado, así como el uso del poder Ejecutivo para facilitar esta actividad al punto de movilizar a la Policía a las zonas de protesta.
Un error estratégico de proporciones es sacrificar la imagen positiva de una figura esencial para el Gobierno, por intereses económicos personales. El silencio de Carondelet es inaceptable.
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