Barcelona defendió con uñas y dientes su ventaja. No hubo un fútbol vistoso en el Monumental, pero sí emocionante.
-
Cristian Zabala y Jhonny Quiñónez disputan el balón en el duelo entre Barcelona e Independiente.( )
El fútbol, en su esencia más pura, se alimenta de emociones, de momentos de gloria y de dolor. Anoche, en el Monumental, vimos una expresión de lo que significa este deporte. Barcelona derrotó 1-0 a Independiente del Valle en el arranque de la Copa Libertadores y así se tomó la revancha de la dura goleada 0-4 que sufrió hace tres semanas ante el mismo equipo en Guayaquil por la LigaPro.
Esta vez, el Ídolo del Astillero golpeó primero y supo resistir en medio de la tormentosa lluvia que cayó en el tramo final del encuentro para llevarse la primera victoria en el Grupo B.
Apenas arrancó el partido, se notó que Barcelona había aprendido la lección de aquella goleada que sufrió, que -vale recalcar- fue con algunos suplentes y jugando casi todo el partido con uno menos por la expulsión tempranera de Jhonny Quiñónez.
Con sed de revancha, el equipo titular de Segundo Alejandro Castillo salió con intensidad, con hambre de demostrar que lo sucedido en la LigaPro fue un accidente del fútbol y que no se repetiría. Y así fue.
El gol tempranero de Bryan Carabalí, tras un pase bombeado de forma magistral de Octavio Rivero, llegó tras una jugada rápida, bien ejecutada, que agarró mal parada a la defensa de Independiente. Fue el golpe justo para marcar el camino del partido.
Sin embargo, el duelo no fue fácil. Independiente del Valle, con su estilo de juego ordenado y su paciencia con el balón, empezó a imponer su ritmo. Los Negriazules se acercaban al área rival con peligro, pero siempre les faltaba el toque final.
Ahí estuvo la gran diferencia: Barcelona defendió con uñas y dientes su ventaja, y cuando todo parecía complicado, aparecía el arquero José David Contreras para sostener el arco canario en cero.
No hubo un fútbol vistoso, pero sí emocionante. Barcelona supo sufrir y al final, esa garra fue suficiente para quedarse con los tres puntos. La imagen de los jugadores, tendidos sobre la hierba mojada, extenuados, lo decía todo: se puso garra cuando hubo que ponerla.
El momento que pudo cambiar todo llegó en el minuto 69. Janner Corozo tuvo la gran oportunidad de liquidar el partido con un penal, pero el arquero Guido Villar se vistió de héroe y atajó el disparo.
El Monumental se quedó en silencio por un instante, pero luego el aliento de la hinchada empujó al equipo para aguantar la mínima ventaja.
Y como si el partido no tuviera ya suficiente drama, la lluvia torrencial sobre Guayaquil convirtió los últimos minutos en un campo de batalla. La pelota se quedaba en ciertos tramos y la adrenalina se disparaba cuando no llegaba a su destinatario. Tenerla era una lotería.
Pero más allá del resultado, este partido dejó claro que Barcelona, cuando juega con intensidad y determinación, puede competir contra cualquiera, incluso con condiciones climáticas adversas.
Por su parte, Independiente del Valle demostró que sigue siendo un equipo con identidad y juego claro, capaz de pelear de igual a igual en cualquier cancha; esto garantiza que los dos clubes ecuatorianos darán dura batalla en el Grupo B que lo completan River Plate de Argentina y Universitario de Perú.
Con esta victoria, Barcelona toma un respiro en la Copa Libertadores y ahora se prepara para una prueba de fuego en Argentina ante River Plate. Independiente, por su lado, buscará recomponerse en casa ante Universitario de Deportes.
Recomendadas