Mañana martes, 23 de enero, el Presidente de la República cumplirá dos meses en el cargo. Y de lo que se desprende de estas ocho semanas en el poder, es que Daniel Noboa ha sabido capitalizar con éxito inicial, esa sensación de pesar, frustración y rabia que el desate de la violencia ha despertado en amplias capas de la población.
Podría decirse que todo presidente nuevo barre bien y que la paciencia de los ciudadanos es directamente proporcional a la capa de teflón con la que cada Gobierno inicia sus funciones, dependiendo de qué es lo que se ofreció en campaña con la grandilocuencia propia de nuestros políticos populistas.
Sin embargo, la receta de Noboa puede tener ingredientes distintos que nos permitan suponer que su destino no será como los que corrieron sus dos antecesores inmediatos: Guillermo Lasso y Lenín Moreno.
Por ejemplo, ambos (y en esta hipótesis deberíamos sumar al Rafael Correa de 2007) necesitaron de la ruptura y la enemistad políticas para abrirse camino y liderazgo.
Daniel Noboa, en cambio, prefiere gobernar como un malabarista, equilibrando en el aire varias pelotas que las mueve con sus manos. Cierto es que para no pelearse con nadie, la agenda de cualquier presidente tiene que estar marcada por una desesperante tibieza.
Algo que Noboa empezó a exhibir hasta el 7 de enero, cuando miraba el caso Metástasis con cierto desdén y las primeras preguntas de su consulta popular generaban un bostezo tan grande que difícilmente levantaban interés en la ruta hacia la reelección.
Sin embargo, las vergonzosas condiciones en las que Fito se fugó de la Penitenciaría del Litoral, le movieron el piso y con una agilidad que merece ser apuntada en este análisis, se enderezó el camino con cuatro decisiones clave:
1.- Sacar en serio a los militares a las calles, revalorizar la institución del estado de excepción, proyectando en la gente, la imagen de ser un presidente de mano firme.
2.- Reacomodar la consulta popular, con preguntas de mayor envergadura, para que este instrumento le sirva incluso como un termómetro para medir su liderazgo en marzo o abril, seis meses antes de que arranque la campaña electoral. Las preguntas sobre extradición y reforma laboral son interesantes.
3.- El anuncio de subir tres puntos al IVA demuestra que el mandatario está dispuesto a arriesgar su capital político por medidas difíciles y necesarias que, explicadas a la gente, podrían ser aceptadas por las personas. Noboa sabe que el país debe mostrar credenciales de seriedad y compromiso a los organismos multilaterales.
4.- En su agenda de política exterior, la hoja de ruta está marcada por su cercanía con EE.UU. dando continuidad a lo que Moreno y Lasso diseñaros en este campo.
Así las cosas, el joven presidente, que el 23 de noviembre iniciaba su mandato sin proyectar una agenda clara de país, hoy se lo ve más aplomado al tejer un discurso más ordenado y, siempre, sobre la base de la lucha contra el terrorismo.
No sabemos cuánto tiempo le durará al Presidente estos buenos vientos. Pero al menos ha logrado que a la clase política se le haga más difícil imponer narrativas o enfoques más potentes de los que Noboa y también la fiscal Diana Salazar exhiben. Por eso, la agenda legislativa aún le provee oxígeno.
La gente aplaude esta suerte de capturas masivas de delincuentes en las calles, algo que más pronto que tarde, embotará al sistema judicial y al carcelario. Pero por el momento, ello y el monumental golpe al narcotráfico de las últimas horas, con la captura de más de 22 toneladas de droga en Vinces, hacen prever que el tercer trimestre de este Gobierno será políticamente favorable para el presidente.
Recomendadas