- Buena producción audiovisual e interesante formato. De lejos, el mejor planteamiento hasta ahora, desde las elecciones de 2021. Cabe reconocer el esfuerzo del comité organizador por provocar el intercambio de ideas entre los candidatos. Las preguntas del comité fueron muy abiertas y permitieron que las respuestas sean a ratos excesivamente generalistas.
- Fabricio Vela y Denisse Molina hicieron un buen rol de conductores. Garantizaron orden.
- Fue positivo que cada candidato tuviera 90 segundos para dar la respuesta específica por cada tema. Pero ese minuto y medio, multiplicado por 16 candidatos y por tres ocasiones cada uno, generó una nube de respuestas que, difícilmente, deja en el espectador una idea clara y concisa que motive su voto.
- La primera gran conclusión: NO HABRÁ UN DEBATE PERFECTO O IDEAL, MIENTRAS EL SISTEMA ELECTORAL PERMITA ESTE NÚMERO INACEPTABLE DE ASPIRANTES.
En el primer grupo de candidatos:
Todos los candidatos vestidos de azul o color oscuro, al igual que los moderadores, dieron monotonía al debate en lo visual. Lo único colorido, ciertas corbatas. Casi todos los candidatos, con excepción de Jorge Escala, tuvieron una misma visión de las tareas urgentes del país: mano dura, inversión privada en la economía, control de la obesidad del Estado y dinamización del sector energético. HENRY CUCALÓN Y FRANCESCO TABACCHI: tuvieron respuestas y enfoques de estadistas en todos los temas. ¿Pero las respuestas más atractivas? Cucalón destacó en el tema energético. JIMMY JAIRALA: tuvo respuestas sensatas. En todo el debate evitó confrontar. Eso lo deslució. Tabacchi fue a quien mejor le fue en sus interpelaciones agudas en la mayoría de sus réplicas. Fue el único que descolocó a Daniel Noboa al plantearle pedir perdón por la muerte de los cuatro niños de Las Malvinas. JORGE ESCALA ratificó un modelo estatista que no genera cambios ni disrupción. Sus ataques contra Noboa fueron constantes, pero no surtieron efecto. HENRY KRONFLE sorprendió con su idea de poner a Rafael Correa como su enemigo. ¿Trató de desmarcar al PSC y sus largos acuerdos con la RC5? ¿Le dará resultado? LUIS FELIPE TILLERÍA Y JUAN IVÁN CUEVA hicieron su debut político, pero se sumergieron en la demagogia, a ratos inconcebible. Tillería empezó de menos a más. Instaló el concepto de Rafael Noboa que se viralizó. Demasiadas promesas y su afán por emular a Javier Milei lo caracterizó. Se abusó del concepto de la tecnología y la inteligencia artificial, al punto de volverlo un lugar común. Gran aporte al país que en este primer debate se instalara la idea de retomar la producción petrolera con inversión privada. Este tema, lo más rescatable del Estado. En ese aspecto, fue Cucalón el más claro y técnico. Como era el primero en intervenir, el resto de candidatos lo siguieron luego. Ya nadie se acordó del Bloque 43 del ITT del Yasuní. A DANIEL NOBOA le fue bien en el debate. Mientras los demás candidatos hacían promesas, el presidente-candidato habló de lo que está haciendo, aprovechando que el formato no tenía un mecanismo de ‘fact-checking’ y que la mayoría de candidatos no quiso confrontar. Salvo el gancho al hígado que Tabacchi le asestó, en el resto del debate Noboa lució calmado, seguro y en casos precisos fue mordaz con sus oponentes. Mejoró su capacidad de respuesta y argumentación en sus intervenciones. En el segundo grupo de candidatos:
LUISA GONZÁLEZ estuvo nerviosa en su primera intervención y presentación. Perdió así la primera oportunidad para atacar a Noboa, ya ausente en ese momento, sobre su silencio ante el asesinato de los niños de Las Malvinas. Tuvo unas intervenciones que sorprenden muy poco a la gente porque ratifican el status quo del modelo correísta. No obstante, fue clara e hizo gala de buena pedagogía. Andrea González y Pedro Granja le destinaron ataques contundentes. Luisa tuvo que neutralizar esas réplicas incómodas, a ratos sin éxito. El mejor momento de Luisa: sus respuestas firmes a Iván Saquicela en temas como la liberación de Rasquiña. CARLOS RABASCALL tuvo una posición ponderada y de corte estadista en el debate. Sus réplicas fueron atinadas y coherentes, pero generó poco entusiasmo. IVÁN SAQUICELA sorprendió con su expresión corporal y su discurso apegado a la demagogia y el populismo, pese a que él ha sido un hombre de Estado. Luisa González lo golpeó con el tema de la corrupción de jueces cuando él la provocó. ENRIQUE GÓMEZ, cero capacidad de instalar una idea que movilice o despierte interés. La verdad es que su presencia pasó desapercibida. VÍCTOR ARÁUS con un traje llamativo del siglo XVIII que sirvió para inspirar los memes iniciales de calentamiento. Luego, fue el centro de interpelación por sus propuestas. Eso lo descolocó en muchos momentos y a ratos perdía concentración. PEDRO GRANJA tuvo una participación ágil y con objetivos personales claros: descolocar a Luisa González y el correísmo, para arrancarle votos por pertenecer a una misma base ideológica de izquierda. Sorprendió con traer a colación en varios momentos el escándalo de la narcovalija que salpicó al canciller correísta Ricardo Patiño. Luisa González tuvo que responder ese ataque. Todas sus interpelaciones fueron críticas con los candidatos a los que tenia que preguntar. LEONIDAS IZA fue de menos a más. Deslucido al inicio, cuando podía ser más radical. No aprovechó las oportunidades para cuestionar al correísmo y marcar mejor su posición de izquierda. En la segunda parte del debate fue más auténtico, pero no logró generar un parteaguas con ideas fuertes. ANDREA GONZÁLEZ. Sin duda, tuvo el mejor desempeño del segundo grupo y, en términos generales, de todo el debate. No se puede asegurar que sus intervenciones vayan a cambiar la intención de voto como lo sostienen los estrategas, pero fue la única de los 16 candidatos en darle un sentido político a su participación y enfocar sus críticas para quien ella cree es su gran adversario: el correísmo y Luisa González.