El triunfo del 15 de octubre marca importantes desafíos para un presidente, como Daniel Noboa, que hace cinco meses pensaba que ganar era todavía improbable. Bajar los índices de inseguridad, generar empleo, combatir la corrupción son, en líneas generales, los derroteros que cualquier gobernante querrá perseguir.
El problema está en cómo lograrlo y con quién. Y aquí es donde la cosa se pone más difícil para el joven mandatario nacido en EE.UU., pero de raigambre profundamente guayaquileña.
Su triunfo en segunda vuelta fue posible por la altísima votación en todas las provincias de la Sierra y en cuatro de las seis orientales, junto a Galápagos y la poblada provincia costeña de El Oro.
Sí, Noboa barrió en Quito, en Loja, en Ambato, en Cuenca, con porcentajes que superan el 60%. Le torció el brazo al correísmo en Imbabura, uno de sus bastiones, y las provincias de la Sierra Central, con una gran votación indígena, ratificaron una vez más su divorcio con la Revolución Ciudadana.
Toda esta montaña de votos obliga a que Noboa tenga un propósito político para el callejón interandino. Es decir, responder a su población con un liderazgo específico que Guillermo Lasso no supo construir y que lo perdió rápidamente, a pesar de que también, en 2021, fue esta región y la amazónica las que le dieron el triunfo.
Al parecer, Noboa tiene clarísima su hoja de ruta electoral: consulta popular en 90 días, luego de su posesión, y en febrero de 2025 ratificar su presidencia en los comicios generales de ese año.
Pero para conseguirlo, necesita mantener vivo el respaldo político de estas provincias. Por lo tanto, tendrá que formar un gabinete con esa representación regional que le aporte visiones distintas, fundamentales para su gobierno.
Lo que se entendió esta tarde en el Palacio de Carondelet, como equipo de transición, fue un grupo de personajes en su mayoría de la Costa (Alberto Dahik, Mónica Palencia, Arturo Félix, Iván Carminiagni, Valentina Centeno...)
Solo Gabriela Sommerfeld podría decirse que representa a la Sierra, pues la vicepresidenta Verónica Abad tampoco estuvo en la cita. Los nombres y las partidas de nacimiento no son un mero formalismo. Noboa debe incorporar visiones, lecturas socioculturales, militancia, redes y estructuras que provengan de una región marcada por la socialdemocracia, con su epicentro en Quito, así como las complejas lógicas indígenas.
Las tensiones que puedan surgir con Abad tendrían que administrase con pragmatismo para fortalecerse en Azuay. Si Noboa no le pone cuidado a ese clivaje regional que acaba de abrirle las puertas del Palacio de Carondelet, la luna de miel con la Sierra puede ser muy corta, o si no, que Lasso le cuente su experiencia.
Recomendadas