Frente a estos casos, los padres deben mostrar su apoyo y confianza a los menores.
A poco menos de un mes que miles de niños y adolescentes retornen a clases en la región Costa, los padres de familia se preparan comprando los útiles escolares, alistando uniformes, revisando opciones de instituciones, entre otros preparativos; mientras que los menores también se predisponen a iniciar una nueva etapa, algunos con más emoción que otros.
Esta futura convivencia escolar entre los niños, en ocasiones, puede implicar estrés y desavenencias que producen peleas, enojos, insultos o agresiones; las mismas que deben ser corregidas y sancionadas, sin embargo hay que diferenciar entre estos acontecimientos y el bullying escolar.
Según el ministerio de Educación, para que un caso sea considerado como bullying escolar debe existir violencia psicológica, verbal y/o física intencional producida entre estudiantes, de forma reiterada a lo largo de un periodo de tiempo determinado; es decir, no se trata de una pelea puntual, si no que el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente.
El acoso escolar tiene como escenario los centros educativos. Como se trata, en su mayoría, de un acoso invisible para los adultos, los profesores difícilmente tendrán conocimiento de lo que está sucediendo a través de los padres. Usualmente, el agresor acosa a la víctima en los baños, en los pasillos, en el comedor, en el patio, reservando sus acciones durante la ausencia de mayores. En algunos casos, el acoso sobrepasa las paredes del colegio, pasando a plataformas digitales, usando las redes sociales.
Es importante que los padres mantengan siempre una comunicación abierta y positiva con sus hijos, y con el colegio, de esta forma, se consigue que los niños se sientan más seguros y puedan contar a sus adultos de confianza lo que les está pasando.
Como padre, se debe estar atento a algunas señales en el niño como:
- Cambios en su comportamiento.
- Cambios de humor, tristeza o irritabilidad.
- Trastorno en el sueño. Que le cuesta más dormir y suele tener pesadillas.
- Cambios en los hábitos alimentarios: comen compulsivamente, o les falta el apetito
- Presentan síntomas psicosomáticos. Frecuentemente tienen dolores de tipo somático como dolor de cabeza o de estómago sin una causa conocida que lo justifique.
- Presentan señales físicas. Se recomienda vigilar en el caso de que el menor aparezca frecuentemente con golpes, o rasguños y diga que se ha caído.
- Rechazo continuado al colegio. Cuando verbalice que no quiere ir al colegio, una y otra vez, especialmente en las tardes de los domingos.
- Presenta problemas para relacionarse y se aísla. El niño protesta para no acudir a las excursiones o visitas culturales, no quiere relacionarse con sus compañeros y quiere ir acompañado a la entrada y a la salida del colegio.
- Cambios en su rendimiento escolar. El niño puede empezar a desinteresarse por los estudios. Le faltará no solo interés como también concentración y atención.
Frente a algunos de estos síntomas, ¿cuál es la actitud que deberían tener los padres?
- No culpar al niño ni a los padres. Es importante que el niño se sienta seguro y confiado en su casa, que haya un clima adecuado donde pueda desahogarse y contar que le pasa.
- Acuda al colegio para hablar e iniciar un proceso adecuado junto a maestros, psicólogos y directivos que lo puedan direccionar.
Es importante que el niño cuente con habilidades sociales y con recursos, no solo enfocados a defenderse, sino a mostrarse más seguro. Que aprenda a ser asertivo, a ser capaz de decir lo que él quiere y piensa, sin imponérselo a los demás, y sabiendo que su opinión es tan válida como la de los otros.
Principalmente, demuéstrele su apoyo en todo momento, indíquele que no está solo y que siempre puede pedir ayuda.
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