La estabilidad política de los países del África Subsahariana podrían verse amenazados en 2015.
La estabilidad política y el desarrollo económico de los países del África Subsahariana podrían verse amenazados en 2015 por el aumento del yihadismo y las numerosas crisis humanitarias y sanitarias que afectan al continente, cuya agenda está marcada por la improvisación constante.
El brote de ébola en Liberia, Guinea y Sierra Leona, que hasta la fecha ha infectado a más de 18.600 personas y ha matado a casi 7.000, ha paralizado la economía de los tres países y tardarán muchos meses, e incluso años, en recuperarse.
Un reciente informe publicado por la Comisión Económica para África (ECA, en inglés) constata "la caída de las ventas en los mercados y las tiendas; la bajada de la actividad en restaurantes y hoteles; y la marcha de muchos expatriados", lo que se traduce en muchos menos ingresos para el Estado.
Hace apenas un mes, el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, anunció que el brote podría llegar a contenerse a mediados del próximo año si la respuesta internacional estaba a la altura, lo cual todavía es difícil de medir.
Otro foco de interés durante el próximo año será Nigeria, que celebrará elecciones presidenciales en medio del caos generado por los constantes ataques del grupo islamista Boko Haram.
"Todo parece indicar que serán las elecciones más reñidas de los últimos años", explica a EFE el subdirector para África de International Crisis Group, EJ Hogendoorn, "y es muy probable que las votaciones estén marcadas por la violencia".
El conflicto abierto con Boko Haram, que ha causado miles de muertos y alrededor de un millón de desplazados internos, será el principal reto que tendrá el Gobierno nigeriano para asegurar unas elecciones transparentes y creíbles.
Este mes, la comisión electoral de Nigeria ya mostró su preocupación por la dificultad que supondrá garantizar que todos los desplazados tengan derecho a voto, algo que puede motivar quejas de la oposición, cuyos baluartes electorales están precisamente en el noreste del país, que también es el bastión del grupo islamista.
"El riesgo de que la crisis nigeriana se extienda a sus países vecinos es baja y en todo caso sería puntual", señala Hogendoorn en referencia a las incursiones que realiza Boko Haram a Camerún, Níger o Chad.
En una situación similar se encuentra Somalia, que recientemente ha nombrado a su décimo primer ministro de la última década y cuyas disputas internas no permiten centrase en lo que debería ser su objetivo prioritario: acabar con Al Shabab.
Esta organización terrorista, si bien ha perdido mucha fuerza desde la entrada en Somalia de las tropas de la misión de la Unión Africana (AMISOM), todavía es una gran amenaza tanto para el propio país como para Kenia, que ha sido la otra gran perjudicada de la intensa actividad del grupo.
Además de la frágil estabilidad política y de seguridad, Somalia se enfrenta a una nueva crisis humanitaria que amenaza la supervivencia de casi tres millones de personas.
El Coordinador Humanitario de Naciones Unidas para Somalia, Philippe Lazzarini, advertía a principios de mes que en 2015 las agencias de la ONU iban a necesitar 863 millones de dólares (702 millones de euros) para hacer frente a la creciente necesidad de ayuda humanitaria en el país.
La escasez de alimento o agua también es el principal motivo de preocupación en República Centroafricana, que un año después de entrar en una espiral de violencia y caos sigue sumida en una grave crisis humanitaria que se prolongará con toda seguridad a lo largo del próximo año.
Según datos de Unicef, 2,5 millones de niños, que representan más de la mitad de la población del país, están en una situación muy precaria debido a la inseguridad que se vive en las zonas rurales.
La agencia estima que hay 430.000 desplazados internos y unos 424.000 refugiados en los países vecinos de Chad, Camerún, Congo y RDC, que no pueden hacer frente al constante flujo de personas, la mayoría mujeres y niños, que huyen de la violencia.
El país, sumido en una caótica situación política, debe relanzar un diálogo nacional que por un lado permita organizar las elecciones presidenciales y legislativas previstas para agosto de 2015 y, por otro, garantice la tan ansiada paz social que acabe con el conflicto.
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