21 oct 2014 , 03:43

La santa en urna a la que los pobladores de Engunga rezan

   

'Ecuador Sobre Ruedas' estuvo presente en la celebración de la niña Agustina de Engunga.

'Ecuador Sobre Ruedas' nos lleva ahora a la población de Engunga, en la Península de Santa Elena. Lenin Artieda cuenta que en este lugar se realiza una celebración con su propia santa. Sus pobladores piden a las autoridades católicas que reconozcan los milagros que la niña Agustina con frecuencia realiza a sus devotos.

 

Engunga estaba de fiesta, había palo encebado, había más movimiento que de costumbre; cintas y una bandera en una capilla que está a tres cuadras de la iglesia oficial, la de la Virgen de las Mercedes. 

 

Con poco más de 1.000 habitantes, es un pueblo de casas centenarias dispuestas a resistir el castigo de los tiempos. 

 

Una tierra de católicos cuya fiesta para la iglesia, es la fiesta de su paganidad. Familias enteras llegaban, de todas partes del país venían y dentro de la capilla, rezos católicos al Dios que todo lo puede para que los ayude en la construcción de una santa. Todos dejaron de lado sus actividades, las cosas de todos los días porque es el día de la niña Agustina. 

 

Nelson Mateo indica que todo empezó en 1976, el año de su muerte, cuando unas personas se acercaron a su tumba y encontraron un orificio: “De ese orificio miraban varias estampas, vírgenes, y de esa manera también surgió un perfume olor a rosa”.

 

Agrega que luego comenzó a aparecerse en sueños a los habitantes del sitio y que pedía que la saquen del cementerio, que la llevaran a otro lugar: “Ella predecía que harían su capilla, igual que la Juan Bosco, lo más sorprendente es que ella nunca visitó la ciudad. Lo que ella decía nosotros teníamos que realizarlo”.

 

La celebración incluye sacar la urna que contiene su cuerpo incorrupto y ponerlo en la mitad de la capilla para que los fieles puedan observarla más de cerca. Unos le cantan, otros le rezan, le agradecen por los favores recibidos. Otros le piden que les cumpla algo, que los cure de una enfermedad, como ocurrió con Adison Tomalá, a quienes los médicos en Guayaquil le dijeron, después de un accidente de tránsito, que nunca más volvería a caminar. “Gracias a la niña Agustina yo he vuelto a caminar y no siento nada, ya estoy normal. La niña Agustina me hizo el milagro y me habló en mi cama de noche, me dijo que yo era un sano y no iba a volver a pasar nada”.

 

Esta devoción por la niña Agustina molestó en algún momento a las autoridades católicas que decidieron castigar a este pueblo que rezaba a dos iglesias. “Estuvismos más o menos unos dos años (sin sacerdote)”, comenta Héctor Mateo, devoto de la santa. 

 

Ellos sólo piden que vengan a hacer las verificaciones del caso, dicen que tienen centenares de testimonios, de curaciones. Quieren que se inicien los procesos de beatificación y canonización porque dudas no tienen de que se trata de una santa. Están convencidos de que más temprano que tarde, la niña Agustina les terminará haciendo el milagro.

 

Atrás quedan los fieles y sus rezos, los cirios encendidos de una fe que no conoce de dogmas. 

 

 

 

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