¿Sueles posponer la alarma?: conoce el impacto en tu energía y concentración
Entre el cansancio acumulado, el estrés y el ritmo acelerado del día a día, a menudo sentimos que no descansamos lo suficiente durante la noche. Por eso, al sonar la alarma por la mañana, es común querer posponer. Sin embargo, esta práctica puede deteriorar la calidad del sueño y afectar el estado de alerta durante el día.
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Al posponer la alarma, el cuerpo entra en un estado de somnolencia y desorientación debido a la interrupción abrupta del sueño. El doctor Facundo Nogueira, neumonólogo y jefe del Laboratorio del Sueño en el Hospital de Clínicas, explica que esta situación, conocida como inercia del sueño, se presenta con falta de concentración y baja energía a lo largo del día.
Según el doctor Nogueira, cada vez que posponemos la alarma, el cerebro se despierta brevemente, y al volver a dormir, reinicia el ciclo del sueño desde el principio, sin completar las fases naturales, "ese cansancio inicial puede extenderse hasta cuatro horas después de levantarse, causando una fatiga persistente durante la mañana".
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Por su parte, el doctor Joaquín Terán, presidente de la Sociedad Española de Sueño (SES), señala que el sueño sigue un ciclo regulado por factores como la luz y la temperatura corporal. Durante este proceso, el cuerpo se prepara para despertarse de forma gradual, aumentando la temperatura y liberando hormonas que nos proporcionan energía para las actividades diarias.
Cada vez que nos despertamos para apagar la alarma, se interrumpe el ciclo de sueño y, al volver a dormir, solo se alcanza una fase ligera del sueño, que genera una sensación de agotamiento y confusión. Esta práctica no solo afecta la salud mental y emocional, sino que también impacta negativamente el rendimiento físico.
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