El aire de Quito está contaminado tras los incendios forestales.
Después de los incendios forestales es fundamental tomar medidas para proteger nuestra salud respiratoria. Según Mayo Clinic, el humo de los incendios forestales puede contener partículas ultrafinas que pueden inhalarse profundamente en los pulmones, causando congestión nasal, ardor en los ojos y agravando enfermedades cardíacas y pulmonares crónicas.
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Los grupos más vulnerables a sufrir complicaciones respiratorias son las mujeres embarazadas, personas de la tercera edad, niños y personas con enfermedades pulmonares o cardíacas preexistentes.
Consejos para cuidar las vías respiratorias
Permanezca informado: preste atención a los informes locales sobre la calidad del aire y siga las instrucciones de las autoridades de salud pública. Quédese adentro: mantenga cerradas las puertas y ventanas de su casa y auto. No se acerque a las áreas de los incendios para evitar la inhalación directa del humo. Use aire acondicionado: si lo tiene, enciéndalo para recircular el aire limpio. Evite actividades que contaminen el aire: No queme velas, chimeneas ni estufas de gas. Use mascarillas: Las mascarillas N95 pueden proporcionar algún tipo de protección. Mantenga una hidratación adecuada: Beba agua potable y otros líquidos para preservar la función de los cilios y células microscópicas en las vías respiratorias. ¿Cuándo buscar atención médica?
Si notas alguno de estos signos en niños o adultos, no dudes en consultar a un médico. Una detección temprana puede marcar la diferencia.
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Los niños menores de 5 años requieren atención médica inmediata si presentan:
Respiración rápida, silbidos en el pecho o hundimiento de las costillas. Fiebre: especialmente en bebés menores de 2 meses o si persiste por más de 2 días. Deshidratación: no quiere tomar líquidos, vomita todo o está muy somnoliento. Convulsiones, decaimiento extremo o irritabilidad. Para la comunidad en general, mayores de 5 años y adultos, estos síntomas pueden indicar la necesidad de atención médica:
Dificultad respiratoria: sensación de ahogo, fatiga al respirar o dolor en el pecho. Tos persistente: con flema de color verde o con sangre. Cansancio extremo: junto con confusión o alteraciones mentales. Fiebre alta: que no cede con los tratamientos habituales.