¿Te conoces a ti mismo? Probablemente no tan bien como crees
Cuando decides que algo o alguien te gusta más, ¿sabes por qué?
Cuando elijes entre dos cosas, probablemente pensarás que sabes muy bien la razón por la que preferiste A en lugar de B. Pero, ¿es cierto?
Imagínate que te muestran dos imágenes de dos personas y te piden que digas cuál te parece más atractiva. Hasta ahí, fácil.
Pero luego te piden que expliques por qué.
Eso es más difícil.
¿Qué es lo que te gusta de ella o él? ¿Hay algo atractivo en sus ojos, quizás? ¿O su cabello? Tal vez te guste su fuerte línea de la mandíbula o sus dientes perfectos.
Pero, ¿son esas realmente las razones por las que una persona te parece más atractiva que la otra?
Una vez que leas sobre el trabajo del profesor Petter Johansson es posible que te surjan dudas.
El psicólogo experimental sueco Petter Johansson ama la magia. No está entrenado formalmente, pero ha aprendido solo algunas técnicas básicas de juego de manos.
Desde hace mucho tiempo, los magos entendieron el fenómeno de la "ceguera al cambio". Al distraerte, un mago puede cambiar una carta, digamos el Rey de tréboles por el Rey de espadas, y es probable que no te des cuenta.
Las rudimentarias habilidades mágicas de Johansson son útiles para sus experimentos, ya que, hace algunos años, él y sus colegas decidieron probar no la ceguera al cambio sino la "ceguera a la elección".
Déjame explicar.
En su primer experimento, Johansson le mostró a los participantes pares de imágenes de caras. Los sujetos tenían una tarea sencilla: elegir la que les resultaba más atractiva.
Luego se les dio la imagen y se les pidió que justificaran su selección. Pero, sin que ellos lo supieran, Johansson había desplegado su magia para hacer un cambio; en realidad les entregaba la foto de la persona que no habían elegido.
¿Supones que todos se dieron cuenta? De ser así, estás equivocado.
El 75% no lo nota
Sorprendentemente, solo una cuarta parte de las personas detectó el cambio, a pesar de que las caras eran de personas distintas y había diferencias fácilmente identificables entre ellas. Una podría tener el cabello castaño y aretes; la otra, rubia y sin aretes.
Después del cambio, los sujetos explicaban por qué habían elegido a la persona que en realidad no habían elegido.
"Cuando les pregunté, ¿por qué elegiste esta cara?" dice Petter Johansson, "comenzaron a explicar por qué esta era la cara preferida, incluso si, apenas unos segundos antes, habían escogido la otra".
Cuando les explicaba lo que había hecho, por lo general se encontraba con sorpresa y, a menudo, con incredulidad.
Los casos más intrigantes fueron aquellos en los que las personas justificaron la elección manipulada destacando algo ausente en su elección original.
"Por ejemplo, si dicen: 'Oh, prefiero esta cara porque me gustan mucho los aretes' y el que originalmente preferían no tenía ningún arete, entonces podemos estar seguros de que lo que sea que los haya hecho tomar esta decisión, no pueden haber sido los pendientes".
¿Qué podemos concluir?
Bueno, resulta que no tenemos una comprensión clara de por qué elegimos lo que elegimos. A menudo tenemos que averiguarlo por nosotros mismos, al igual que tenemos que averiguar los motivos y razones de los demás.
La ventana a través de la cual intentamos observar nuestra propia alma es oscura y turbia.
Atractivo político
La pregunta "Por qué crees que una cara es más atractiva que otra" no es trivial. El atractivo sexual importa: la supervivencia de la especie humana depende de ello.
Pero Petter Johansson también ha utilizado sus trucos para analizar nuestras elecciones en otro dominio importante: la política.
En un estudio, le hizo a un grupo de suecos una docena de preguntas sobre su posición en asuntos políticos, como si debería haber un aumento en el impuesto al petróleo o si deberían recortarse los beneficios de la atención médica.
Esos temas tienden a dividir a la izquierda y la derecha suecas.
Luego se les entregaron las respuestas escritas de la encuesta, excepto que, como ya habrás adivinado, no eran las verdaderas. A las personas de izquierda les mostraron respuestas que eran más de derecha; a las personas de derecha, las que eran más de izquierda. Y luego se les pidió que justificaran sus selecciones.
Una vez más, la mayoría de la gente no pudo detectar el cambio.
Un sujeto que un minuto antes había marcado una casilla que apoyaba un aumento en el impuesto a la gasolina ahora procedió a explicar por qué creía que no debería haber tal aumento.
Y las explicaciones que dieron tenían sentido. "Decían cosas como: 'Bueno, es injusto para la población que vive fuera de las grandes ciudades porque tienen que conducir mucho más'".
No había nada extraño en su razonamiento, excepto que unos minutos antes no habrían justificado eso.
Es evidente que carecemos de autoconocimiento sobre nuestros motivos y elecciones. ¿Y qué? ¿Cuáles son las implicaciones de esta investigación?
Tolerancia
Bueno, quizás un punto general es que deberíamos aprender a ser más tolerantes con las personas que cambian de opinión.
Tendemos a tener antenas muy sensibles para la inconsistencia, ya sea cuando nuestra pareja cambia de opinión sobre si le apetece una comida italiana o india, o un político que ha respaldado una política en el pasado y ahora apoya una posición opuesta.
Si a menudo no tenemos una idea clara de por qué elegimos lo que elegimos, seguramente deberíamos tener cierta libertad para cambiar nuestras elecciones.
También puede haber implicaciones más específicas sobre cómo nos movemos en nuestra era, un período en el que existe una creciente polarización cultural y política.
¿Etiqueta o ideales?
Sería natural creer que quienes apoyan a un partido de izquierda o de derecha lo hacen porque están comprometidos con la ideología de ese partido: creen en el libre mercado o, al contrario, en un papel más importante para el Estado.
Pero el trabajo de Petter Johansson muestra que nuestro compromiso más profundo no es con políticas particulares, ya que, usando su técnica de cambio, podemos ser persuadidos de respaldar todo tipo de políticas. Más bien, "apoyamos una etiqueta o un equipo".
Es decir, es probable que sobrestimemos hasta qué punto un partidario de Trump, o un partidario de Biden, respalda a su candidato debido a las políticas que promueven. Más bien, es probable que sean del "Equipo Trump" o del "Equipo Biden".
Un ejemplo sorprendente de eso surgió en las últimas elecciones estadounidenses. Los republicanos han sido tradicionalmente a favor del libre comercio, pero cuando Trump comenzó a defender políticas proteccionistas, la mayoría de los republicanos siguieron apoyándolo, aparentemente sin siquiera notar el cambio.
Antes de las últimas elecciones estadounidenses, la disputada carrera de 2016 entre Donald Trump y Hillary Clinton, el profesor Johansson hizo otro experimento.
Le pidió a los votantes que calificaran a su candidato preferido por su carácter, experiencia, etc., y luego cambió sus respuestas, mejorando las calificaciones del candidato que no les gustaba.
Funcionó.
La gente ofreció razones sobre por qué en realidad tenían una mente bastante abierta entre los dos.
Sorprendentemente, tal prestidigitación resulta tener un impacto duradero.
Engañar a una persona haciéndole que crea que alguien con cabello rubio es más atractivo que uno con cabello castaño, y es probable que confirme esa preferencia cuando se le muestren las dos caras en una fecha posterior.
Lo mismo ocurre con las opiniones políticas. Después de influir en las preferencias políticas de sus sujetos, Petter Johansson puso a prueba sus puntos de vista la semana siguiente.
Habiendo justificado sus "nuevas" preferencias unos días antes, parecía que "habían escuchado sus propios argumentos" y seguían pensando igual.