Schadenfreude: cómo se explica que nos alegremos ante la desgracia ajena

En nuestro idioma, el vocablo que la Real Academia Española acepta es 'regodearse'.
08 ene 2022 , 13:38
BBC News Mundo

Confiesa, así sea en silencio: ¿honestamente nunca has experimentado un leve hormigueo de placer cuando a uno de esos seres a los que la vida parece haber premiado tienen un pequeño revés?

¿Una involuntaria, confusa explosión de alegría, arremolinada de vergüenza, cuando esa persona tremendamente exitosa a la que quieres profundamente y no le deseas más que el bien, sufre un traspié?

¿Llovió sin cesar en la más reciente de sus múltiples y maravillosas vacaciones? ¿Por primera vez tuvo que trabajar más duro para conseguir algo que quería?

Si estás libre de esas culpas, quizás sí hayas pecado de no poder controlar la risa cuando alguien se cae de bruces o cuando al niño se le cae el helado que le arrebató a su hermana.

¿De verdad no sientes un diabólico deleite cuando ves a ese conductor que se le atravesó a todos para adelantarse, detenido en un semáforo apenas a un par de metros de ti?

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Eso es lo que los franceses llaman joie maligne y los holandeses, leedvermaak; en hebreo, disfrutar de las catástrofes ajenas es simcha la-ed, en mandarín xìng-zāi-lè-huò y en ruso zloradstvo.

Hace más de 2.000 años, los romanos hablaban de malevolentia. Antes aún, en el siglo V a.C., en su "Ética nicomáquea" -uno de los primeros tratados conservados sobre ética y moral de la filosofía occidental-, Aristóteles lo llamó epikhairekakia, alegrarse por la mala fortuna de otro.

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Los japoneses tienen un dicho: "Las desgracias ajenas saben a miel".

En nuestro idioma, el vocablo que la Real Academia Española acepta es regodearse, que en su tercera acepción define como: "3. Complacerse maliciosamente con un percance, apuro, etc., que le ocurre a otra persona".

Pero sin ánimo de desautorizar a tan respetable institución, a veces muchos recurren a una palabra que adoptaron varias lenguas, para precisar que se refieren a eso y no a: "1. Deleitarse o complacerse en lo que gusta o se goza, deteniéndose en ello".

Se trata de un término que apareció en alemán por primera vez en la década de 1740: Schadenfreude.

Y es que, como ocurre con la palabra "saudade" -esa nostalgia especial que el escritor portugués Manuel de Melo definió en 1660 como "bien que se padece y mal que se disfruta"-, la emoción que denota el schadenfreude es muy específica.

¿Vergonzoso?

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Los angloparlantes usan la palabra alemana.

En alemán schaden significa daño o perjuicio y freude, alegría. Así que, en una palabra, es el placer ante la desgracia ajena.

Y eso, definitivamente, suena mal.

No obstante, es algo que todos en todo el mundo sienten, asegura la doctora Tiffany Watt Smith, historiadora cultural de las emociones.

No sólo eso: cuando se trata de disfrutar de la mala suerte de los demás, lo hacemos en una gran variedad de situaciones diferentes.

"Una es simplemente bufonesca: los accidentes absurdos nos causan gracia. Hay también momentos de placer casi triunfal cuando un rival es derrotado de alguna manera", le dijo a la BBC la experta.

"Por otro lado, está el espacio de justicia, cuando alguien que ha hecho algo mal -ha mentido, o ha sido hipócrita, o ha obtenido alguna ventaja injusta- es descubierto o sufre de alguna manera, y eso nos complace".

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Pocos disfrutamos del dolor de otros, a menos de que nos parezca merecido: un estafador que sea estafado para apresarlo... ¡sí!

"Y, por supuesto, hay un schadenfreude mucho más difícil de admitir: aquel que sentimos cuando envidiamos a alguien.

"A veces puede parecer muy vergonzoso, pero yo no creo que lo sea", declara Watt Smith.

"Para mí, es una respuesta muy natural que nos hace sentir mejor ante la injusticia en la vida".

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