"Tuve que irme de la ciudad para escapar de las ondas electromagnéticas"
En Reino Unido hay aproximadamente 35.000 torres de telefonía.
Con la incorporación de la tecnología 5G se verán cada vez más torres de antenas repetidoras.
Fatiga, dolor, jaquecas, mareo, sensación de quemadura, espasmos, nausea y palpitaciones.
Estos son apenas algunos de los síntomas que experimentan los que dicen sufrir de electrosensibilidad.
Las personas que se dicen electrosensibles —que en su mayoría se han diagnosticado a ellas mismas— afirman que los campos magnéticos generados por los teléfonos móviles, el wifi y otras tecnologías modernas las están enfermando gravemente.
Tras años de estudios controlados y doble ciegos —una herramienta del método científico para prevenir que los resultados de una investigación puedan ser influidos por el efecto placebo o por el sesgo del observador—, no se ha encontrado evidencia de que los campos electromagnéticos causen esos síntomas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la electrosensibilidad, también conocida como electrohipersensibilidad (HSE), no es un diagnóstico médico.
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No obstante, con la llegada de la tecnología móvil superrápida 5G, las preocupaciones para las personas que se identifican como tales son cada vez mayores.
Esta es la historia de tres de ellas que viven en Reino Unido, donde la conexión 5G ha empezado a difundirse por todo el país.
"Como una licuadora junto a la cabeza"
Velma dice padecer de electrosensibilidad desde hace 15 años.
Hace 18 meses abandonó su casa en Londres para vivir en el campo y escapar de las señales.
La primera vez que notó que algo andaba mal, estaba en una abarrotada estación de tren en Londres.
Le empezó el dolor de cabeza y temió que se debiera a la agorafobia (fobia a las muchedumbres).
Empezó a mencionárselo a otras personas que le hablaron de la electrosensibilidad, también conocida como hipersensibilidad electromagnética (HSE).
No hay bases científicas para vincular la HSE a la exposición a campos electromagnéticos. Pero los síntomas son muy reales y, cualesquiera que sean las causas, la salud de quienes los padecen se ve bastante resentida.
Pero Velma insiste en que son los campos electromagnéticos generados por los teléfonos móviles,el wifi y otra tecnología los que la enferman.
"Siento dolores punzantes en la cabeza y que me paran el corazón".
También le causan tinnitus —un zumbido constante en los oídos— un taladrar, dice, "como tener una licuadora cerca, muy cerca, de la cabeza".
Al final decidió irse de la ciudad.
La gota que colmó el vaso fueron las 13 antenas que empezaron a instalar en la iglesia de su vecindario, además de todos los postes que estaban siendo equipados para el sistema 5G, explica.
"'¡Basta ya, me voy!', me dije".
En Reino Unido hay aproximadamente 35.000 torres de telefonía. Además de en la iglesias, se pueden encontrar en los tejados de los edificios residenciales y de oficinas, o en las acerasa.
La agencia estatal de Reino Unido para la salud (Public Health England), asegura haber medido la exposición electromagnética y que se cumple con los lineamientos.
Pero, para Velma, eso no es suficiente.
"Te puede enloquecer. ¿Te imaginas lo que es tener esa licuadora cerca a tu cabeza todo el tiempo? Es una tortura".
En su casa en el campo tiene que dormir en lo que se llama una"jaula Faraday", un recinto cerrado —en su caso una carpa— que bloquea los campos electromagnéticos.
"Es mi santuario y mi prisión", dice.
También utiliza ropa especial que ella sostiene la escuda contra los campos electromagnéticos.
Se trata de una gorra "especial" que cubre con una manta y con la que se protege cuando viaja en autobús. También se coloca una bufanda al cuello, "para cubrir el corazón".
"Mucha gente cree que soy musulmana", dice con una sonrisa.
Asegura que la tratan con respeto, aunque algunas veces, cuando pide que no se le acerquen con el teléfono móvil, suele escuchar: "¡Uy, tenemos una loca aquí, una loca!"
Esa es su vida "normal", le dice Velma a la BBC.
"Me he sentido un poco sola pero ¿qué puedo hacer?", pregunta.
"No puedo regresar a Londres, aunque me gustaría hacer lo que los otros hacen y no tener que dar explicaciones allá donde voy".
"Solo cinco minutos al día en las redes"
Emma se especializó en redes sociales, marketing y moda en la universidad.
Tras ello entró a trabajar en el sector, participando en la prestigiosa Semana de la Moda de Londres.
Pero en 2017 empezó a tener síntomas que se asocian a la electrosensibilidad.
"Comencé a tener insomnio, fatiga, zumbido de los oídos, nausea, ardor y espasmos musculares", describe.
Por aquél entonces se resistía a aceptar lo que padecía, dice.
"Es muy difícil vivir así cuando eres joven y tu vida depende de la tecnología. Así era la mía antes de enfermarme", señala a la BBC.
"Es algo muy solitario, muy aislante. Todos mis amigos tienen cuentas de Instagram, comparten posts y así se comunican entre ellos".
Sin embargo, encontró una solución que limita, según ella, los efectos.
Lo primero es escribir en un cuaderno todo lo que tiene programado. Por ejemplo, cuando tiene que trabajar en redes sociales lo hace de tal manera para que sólo esté trabajando con el teléfono cinco minutos al día.
Aun así, cuando escribe en redes, dice sentirse mal. Las manos le queman y le dan jaquecas. Tampoco puede dormir bien. "Me empiezan a zumbar los oídos".
Public Health England reconoce que algunas personas reportan síntomas por estar expuestas a campos electromagnéticos generados por dispositivos de uso diario, pero que la evidencia científica general no avala la sugerencia que dicha exposición causa síntomas agudos.
Para los que las sufren, eso significa que no reciben atención específica del sistema de salud público.
Pero Emma dice que ha encontrado una clínica privada que le provee tratamiento para sus síntomas.
Toma varios productos para diferentes condiciones, desde unas gotas hechas de hierbas hasta un líquido que contiene lo que ella llama "el tratamiento" para su electrosensibilidad. Lo saca de una ampolleta con una hipodérmica y se lo aplica bajo la lengua.
La OMS no recomienda ningún tratamiento específico para estos casos.
"El tratamiento debería enfocarse en los síntomas y el cuadro clínico, y no en las necesidades percibidas por la persona para reducir o eliminar fuerzas electromagnéticas", dice en su sitio web.
Pero la electrosensibilidad para Emma es algo muy real que afecta toda su vida, incluyendo su relación de pareja.
"Es difícil, especialmente en una relación como la que tengo con mi novio. El viene y dice, 'veamos esto en streaming'. Pero yo no lo puedo hacer", se lamenta.
"Tendré que cuidarme siempre, pero creo que podré llevar una vida normal".
"Si hay wifi, mi corazón se acelera"
Para alguien que sufre de electrosensibilidad, se podría pensar que la profesión de Dean es muy curiosa.
Es electricista especializado en fuerza electromagnética (FEM) o voltaje inducido, que es la energía producida por una fuente no eléctrica, precisamente aquello que, según él, le causa los síntomas adversos.
Los clientes lo buscan para que vaya a sus casas a ayudarles a reducir su exposición a campos electromagnéticos.
No obstante, asegura que su profesión lo ha ayudado a sobrellevar su condición. Nadie lo cuestiona cuando empieza a apagar interruptores.
"Necesitas un electricista. El electricista tiene que cortar la energía", le explica a la BBC. Así crea un entorno de trabajo seguro para él y eso le funciona muy bien, dice.
La primera vez que escuchó hablar del HSE fue en un hospital privado donde lo estaban tratando por unas alergias. Lo sometieron a muchas pruebas y exámenes.
"Podía estar sentado en algún sitio, calmado, pero si alguien tenía el teléfono encendido o el wifi estaba activo, mi corazón se empezaba a acelerar", expresa. "Me sentía ansioso, me daban problemas intestinales, con calambres muy fuertes".
Decidió investigar en internet y comprar unos medidores de radiación para usar en casa.
"Cuando encendí el medidor los niveles se dispararon. No importaba qué lugar de la casa fuera, los niveles eran altísimos".
Sus padres realmente no entendían su obsesión con los medidores, pero estaba desesperado por encontrar una solución a su situación.
Así que se fue con su medidor a la casa de su hermana, quien vive en una zona rural, con pocas torres telefónicas.
"Me dejó quedarme allí y en cuestión de una semana ya estaba durmiendo mejor, me sentía más calmado", recuerda.
"Y a los ocho meses era una persona completamente diferente".
Después de eso, Dean se mudó a su propia casa cuyas paredes recubrió con una pintura a base de carbono que refleja la radiación.
"Todavía uso mi móvil, pero no lo tengo conectado a bluetooth, ni a 4G ni a WiFi. Todos están inhabilitados", afirma. "Con sólo hacer eso, desaparecen las señales producidas por mi teléfono".
Para comprobar la diferencia que eso hace, enciende uno de sus medidores que muestran poca señal en la habitación pero, tan pronto se conecta a 4G, bluetooth y los sistemas que la mayoría de la gente tiene activos en sus teléfonos, el medidor se dispara.
"Podrá no parecer normal usar la pintura y los medidores. Pero para mí lo es, es mi forma de vida", manifiesta.