Terra preta: el misterio del origen del oro negro del Amazonas
En medio del hallazgo de una ciudad perdida en la selva amazónica, los científicos han descubierto un tipo de reliquia en el suelo que es utilizada hasta hoy: la "tierra negra amazónica", llamada "oro negro" o "terra preta".
En las profundidades del Amazonas, el profesor de arqueología en la Universidad de Exeter, Mark Robinson, junto a un equipo internacional de científicos llevaron a cabo una expedición por un recóndito rincón de la selva en Iténez, al noroeste de Bolivia, cerca de la frontera con Brasil.
Llegar hasta allí no les resultó fácil. Para evitar un viaje de 10 horas en barco, tomaron un vuelo hasta el pueblo más cercano, Versalles, donde el avión tuvo que dar media vuelta sobre una pista de pasto para evitar aterrizar sobre una manada de animales pastando.
Luego llegó el turno de una larga caminata por la espesa selva, sorteando raíces nudosas y ejércitos de hormigas. "Hace calor, hay humedad, te pican constantemente", dice Robinson.
Sin embargo, el viaje valió la pena.
Los investigadores tenían una misión importante: encontrar el "oro negro". Esto es una capa de tierra negra como el carbón, que puede tener hasta 3,8 metros de grosor y se encuentra por la cuenca del Amazonas.
Esta tierra es muy fértil, rica en materia orgánica en descomposición y nutrientes esenciales para los cultivos como nitrógeno, potasio y fósforo.
Pero a diferencia de los finos suelos arenosos, típicos de la selva tropical, esta capa no se depositó de forma natural sino que es obra de seres humanos del pasado.
Este rico suelo es una reliquia de otra época, en la que los grupos indígenas formaban una próspera red de asentamientos en este mundo selvático.
En enero de 2024, los científicos anunciaron el descubrimiento de una ciudad "jardín" desaparecida hace mucho tiempo.
Bajo la mata de árboles de la selva tropical del valle de Upano, en Ecuador, había un centro urbano de 2.000 años de antigüedad con plazas, calles y plataformas para ceremonias.
El descubrimiento desató preguntas sobre si es posible encontrar nuevos asentamientos antiguos ocultos en el Amazonas.
Y aquí es donde entra en juego la "terra preta".
Se cree que la ciudad jardín solo podía albergar a un número limitado de personas debido al suelo volcánico fértil de la región. Pero en otros lugares de la Amazonía, las comunidades indígenas confiaban en este tipo de tierra para mejorar la productividad de sus cultivos.
Ahora hay un creciente interés por las lecciones que los métodos indígenas pueden aportar a las sociedades actuales, desde la mejora del rendimiento de los cultivos hasta la lucha contra el cambio climático.
La influencia oculta
Rodeado de los olores y sonidos de la selva tropical de Versalles, en la remota Amazonas, Robinson dice que le gustaría imaginar que uno está en medio de la naturaleza salvaje. Pero no es así.
"Cuanto más averiguamos, más claro nos queda que no se trata necesariamente de una selva primaria", dice Robinson. "Miremos donde miremos, aunque nos parezca un viaje realmente arduo y que estamos en el lugar más remoto, solo encontramos por todas partes evidencia de las antiguas comunidades".
En 2017, una investigación reveló que los árboles domesticados tienen cinco veces más probabilidades de ser dominantes en el Amazonas que los no domesticados. También aparecen con más frecuencia cuanto más cerca se está de los antiguos asentamientos.
Aunque muchas de las comunidades indígenas del Amazonas han desaparecido, aniquiladas por los colonialistas occidentales y las enfermedades que portaban, sus prácticas agrícolas siguen dando forma a la selva tropical.
Otro elemento clave de esta influencia, es que el "oro negro" está muy extendido. "Lo fascinante es que es realmente pan-amazónico, lo estamos encontrando por todas partes", dice Robinson.
Esta preciosa capa contiene una potente mezcla de material inorgánico como cenizas, cerámica, huesos y conchas junto a materia orgánica como restos de comida, estiércol y orina.
Al mismo tiempo, es un tesoro de basura antigua, una parte funcional del suelo amazónico, que entusiasma a los arqueólogos como Robinson, que sigue enriqueciendo a la selva y que permite que las comunidades indígenas cultiven allí hoy en día.
"Realmente es una mina de oro", dice Robinson.
Además de semillas fosilizadas y objetos de cerámica que datan de hace miles de años, hay pistas microscópicas de cómo pudo ser la selva hace miles de años.
Por ejemplo, las esferulitas fecales, es decir, diminutos cristales hallados en el estiércol animal que dan pistas sobre los tipos de animales que hace años recorrían el paisaje y defecaban en él.
Historia viva
El "oro negro" del Amazonas despertó interés de los occidentales por primera vez en la década de 1870, cuando varios científicos observaron de manera independiente capas negras de suelo que contrastaban con el tipo pálido o rojizo que las rodeaba.
Uno de los primeros exploradores lo describió como una "roca fina y negra" que está "esparcida por todas partes". "Encontramos fragmentos de cerámica india, tan abundantes en algunos lugares que casi cubren el suelo".
Sin embargo, el modo en el que surgió es un misterio.
Los científicos se han preguntado si este suelo se produjo por accidente, producto de generaciones de indígenas desechando basura, o mediante un proceso intencionado para enriquecer la selva tropical y hacer su suelo más apto para la agricultura.
En 2023, un equipo internacional de científicos se pronunció al respecto.
Con base en un análisis de la estructura, la composición de la tierra y entrevistas a la comunidad indígena de Kuikuro, en el sureste de la Amazonia, los investigadores encontraron que estas capas de tierra habían sido creadas intencionalmente.
La edad y la distribución de estos depósitos de suelo cuentan la historia del auge y la caída de las antiguas civilizaciones indígenas de la Amazonia.
Aunque las capas más antiguas de estos suelos negros tienen unos 5.000 años, "vemos muchas más pruebas de que se produjeron hace unos 4.000 años", dice Robinson. "Hay mucha más actividad, muchos cambios culturales".
Sin embargo, hace unos 2.000 años alcanzaron su punto álgido, dice Robinson. Esa es la edad media de los depósitos negros que se encuentran en una amplia zona de la cuenca del Amazonas.
En ese momento, las comunidades eran más grandes y formaban redes. Sin embargo, los asentamientos donde la gente producía "terra pretra" no tenían la misma escala que la ciudad recientemente redescubierta en Ecuador.
Una de las razones podría ser el poder de este tipo de tierra.
En el marco de un hábitat selvático abundante, enriquecido por los indígenas con todo lo necesario -árboles frutales y suelo rico para el cultivo-, Robinson cree que quizá no se hubiera necesitado recurrir a la agricultura a gran escala.
"Es posible que no haya sido necesario el orden jerárquico adicional", dice Robinson en relación a los asentamientos masivos.
Pero hace unos 500 años, es evidente que algo iba muy mal. "Fue entonces cuando vemos que la producción de tierra negra disminuye", dice Robinson.
Se cree que esto refleja las consecuencias de la llegada de Cristóbal Colón a América Latina el 1 de agosto de 1498.
En el momento en que clavó la bandera roja y dorada de España en la península de Paria, en Venezuela, marcó el comienzo de una "gran agonía". Se calcula que en 1600 murieron 56 millones de indígenas en toda América, tantos que enfriaron el clima de la Tierra.
Un sumidero de carbono
Aunque muchos de los antiguos habitantes del Amazonas desaparecieron hace tiempo, su legado permanece.
Curiosamente, no toda la "terra preta" que dejaron tras de sí tienen la misma composición. De hecho, varía mucho según los elementos específicos utilizados en los distintos lugares.
"Pero el mecanismo básico para crear los suelos y enriquecerlos parece ser similar", dice Robinson. "Los indígenas invierten directamente en los suelos, empezando por sus propios residuos", explica.
La base se compone principalmente de restos de comida, a los que se añaden heces y carbón vegetal. Y es este último el que llama más la atención.
Resulta que este tipo de suelo no solo es extraordinariamente rico en nutrientes, sino que son poderosos sumideros de carbono, con hasta 7,5 veces más carbono en su interior en comparación con los suelos cercanos.
A medida que este tipo de suelo se acumula, el carbono queda atrapado bajo tierra, donde permanece estable durante cientos de años, encerrándose y retrasando su entrada en la atmósfera.
No está claro por qué el carbono de este tipo de suelo se comporta así, pero los científicos sospechan que tiene algo que ver con el "carbono negro", también conocido como "biocarbón", hecho de material orgánico convertido en carbono casi puro a altas temperaturas y en presencia de poco oxígeno.
El proceso no emite tanto dióxido de carbono como la producción de carbón vegetal, pero da lugar a un producto negro fino y desmenuzable que se ha encontrado en este tipo de suelo en toda la Amazonia.
Ahora las empresas intentan sacar partido de este antiguo método para ayudar a los agricultores a mejorar su suelo y, al mismo tiempo, combatir el cambio climático.
Por ejemplo, Carbon Gold es una empresa que produce biocarbón para utilizarlo como fertilizante orgánico sin turba.
Fundada en 2007 por el creador de una marca de chocolate, la empresa basa sus métodos en los agricultores mayas de cacao de Belice, que también llevan milenios utilizando el biocarbón.
Además de retener carbono, "el biocarbón mejora la estructura, la aireación, la capacidad de retención de agua y la retención de nutrientes", lo que favorece el crecimiento sano de las plantas, explica Sue Rawlings, directora gerente de Carbon Gold.
Entre los clientes actuales de la empresa se encuentran cultivadores ecológicos, jardineros, estadios deportivos, clubes de fútbol de primera división, campos de carreras y de golf, parques y jardines reales del Reino Unido, dice.
Por su parte, Robinson cree que copiar el método de los antiguos indígenas del Amazonas va a ser esencial para las generaciones futuras. Las proyecciones apuntan a que en 2050 la mitad de la población mundial vivirá en los trópicos, con una gran migración hacia los bosques tropicales.
"Creo que es esencial encontrar formas en que las comunidades sean más sostenibles. Y hay cosas que podemos aprender del pasado. Me parece que estamos a punto de entenderlo".