Por qué algunos cuerpos no se descomponen tras la muerte
Más allá de creencias místicas, la ciencia explica los motivos para la buena conservación.
Marzo de 2014, Rennes, noroeste de Francia, un equipo de arqueólogos trabaja en las profundidades del Convento de los Jacobinos. Acaban de destapar cuatro ataúdes de plomo del siglo XVII, abren tres y dentro encuentran esqueletos, claro.
Pero al abrir el cuarto se quedan petrificados: un cuerpo incorrupto de 358 años aparece ante sus ojos.
Los restos son los de una mujer de un metro y 45 centímetros llamada Louise de Quengo, según revelan ahora los arquéologos del instituto Inrap.
Una viuda de la nobleza que conservaba sus ropajes y la carne de su cuerpo, aunque con aspecto desagradable.
En sus carnosas manos sostenía un crucifijo. Y un último detalle escabroso: le faltaba el corazón.
¿Una santa?, ¿brujería, quizás? La respuesta suele ser más terrenal.
La ausencia del corazón se debe a que se lo extrajeron después de fallecer (a los 60 años), al igual que el de su marido, para meterlo en un cofre por mor de un rito funerario de la época.
El cuerpo de la noble Louise de Quengo, hallado en Rennes (Francia) conserva también su ropaje.
Pero, ¿el cuerpo? ¿Por qué conservaba su piel, músculos e incluso órganos?
No es el primer caso de cadáveres que se descubren en un excepcional estado de conservación.
Por distintos motivos, hay cuerpos incorruptos de santas, de papas, de monjes budistas, de revolucionarios rusos, de hombres de la edad de bronce o anónimos contemporáneos de los pueblos de Noruega.
Más allá de creencias místicas, la ciencia explica los motivos para la buena conservación de estos cadáveres.
En unos casos el proceso es natural y en otros reciben la ayuda (confesada o no) del hombre.
Según explica el antropólogo forense, José Manuel Reverte Coma, en sus estudios para el panameño Instituto Gorgas de Estudios de la Salud, estos cadáveres que aparecen conservados no tienen nada de mística o magia.
"La sequedad produce la momificación espontánea o natural", explica Reverte.
La sequedad del ambiente, unido a la ausencia de insectos, provoca que los monasterios sean lugares ideales para que se den este tipo de fenómenos.
Se trata de un proceso de desecación espontánea o natural que impide la putrefacción y descomposición del cadáver.
"Este fenómeno se da en algunos lugares como son las criptas de algunos monasterios donde la sequedad del ambiente y la ausencia de insectos, unido quizás al hecho de que el cuerpo estaba […] exento de grasa y a la existencia de un medio interno adecuado para destruir las bacterias responsables de la putrefacción, permite que el cuerpo se deseque en forma natural conservándose incorrupto por tiempo indefinido", cuenta.
Algo que parece encajar con el caso de la noble francesa.
Otro camino, opuesto al anterior, es cuando el cadáver queda en un ambiente de humedad relativa, pero estéril.
"Se produce el fenómeno llamado 'adipocira' (de adipós, grasa y cira, cera)", relata Reverte.
Primero se produce una saponificación (transformación de los tejidos en jabones mediante la grasa) y luego una fase plástica, durante la cual las partes blandas se transforman en algo parecido a la plastilina.
"La piel queda elástica convirtiéndose en una especie de badana, como si la hubiesen curtido".
En algunos casos, los tejidos se transforman en cera. "Como la de una vela derretida, que mantiene la forma de los órganos con gran precisión", apostilla el científico.
Fragmento del hombre de Cashel, una momia natural encontrada en un pantano de Irlanda.
"La transformación del adipocira en cera cadavérica es lo que ha dado origen a la creencia de que hay cuerpos incorruptos debido a causas sobrenaturales y no hay tal cosa", zanja Reverte.
Otro caso que puede darse es la petrificación, transformación del cadáver en material pétreo debido a la infiltración por hidrioxipatita y carbonato cálcico.
Estos procesos dejan hallazgos impactantes, como las momias de los pantanos de Tollund, en Dinamarca o el hombre de Cashel, en Irlanda.
El aislamiento del cuerpo del oxígeno es un factor importante para la conservación de sus órganos.
Esa es una de las conclusiones que sacaron unos investigadores del York Achaeological Trust de Reino Unido que encontraron un cerebro de 2.600 años de antigüedad perfectamente conservado.
Las grasas y las proteínas del tejido cerebral se unieron entre sí para formar una masa que lo aislaba.
"Como no había ninguna traza de oxígeno en el cerebro y no hay movimiento, éste estaba protegido y preservado", explica el estudio de los arqueólogos.
Y estos sorprendentes fenómenos pueden ser provocados, pero de un modo no intencionado... y que puede suponer un problema.
Las momias egipcias son un ejemplo paradigmático del embalsamiento artificial ideado por el hombre antiguo.
Es lo que ocurre en Noruega, donde tienen problemas de espacio en sus cementerios porque los cadáveres no se descomponen, según publicó "The Wall Street Journal".
El motivo es que después de la Segunda Guerra Mundial establecieron como medida higiénica enterrar a los muertos envueltos en una funda de plástico. Este aislamiento hace que el descanso eterno esté siendo más largo de lo deseado para los cuerpos físicos de los noruegos.
Para resolverlo están perforando las bolsas con una tecnología especial e inyectando una sustancia para descomponer los cadáveres.
Pero la momificación es un proceso que el hombre hace de forma intencionada desde hace miles de años, mediante procesos de embalsamamiento y momificación, normalmente como ritos funerarios.
En la antigua Persia, por ejemplo, los cadáveres se conservaban con cera y entre los pueblos arios, con miel.
Pero quizá, el proceso más famoso sea el de las momias de Egipto.
Según el antropólogo Reverte, primero extraían el cerebro del cadáver por la nariz, para hacer después pasar al cuerpo y sacar los intestinos ("que purifican con vino de palma" y "sustancias aromáticas molidas"). O así lo relato, al menos, el filósofo griego Herodoto.
Estas vísceras se ponían en cuatro vasijas cuyas tapaderas representaban las cabezas de los cuatro hijos de Horus, genios funerarios protectores de los órganos.
Las técnicas para momificar han evolucionado con los años. Un buen ejemplo es el caso del revolucionario ruso Vladimir Lenin.
Después, llenaban el vientre de mirra pura molida, canela y otras substancias aromáticas y "salaban el cuerpo recubriéndolo con natrón (carbonato de sodio decahidratado)". Así quedaba el cuerpo recubierto durante 70 días. Luego lo envolvían con vendas.
Pero no hace falta remontarse tantos años para encontrar famosos cuerpos momificados, ya con técnicas más modernas.
Es el caso del revolucionario Vladimir Lenin, padre de la Unión Soviética. Por decisión de su sucesor, Joseph Stalin, fue embalsamado tras su muerte en 1924.
O también el papa Juan XXIII, de cuyo cuerpo incorrupto se creó una leyenda de componente religioso, puesta en entredicho en 2001, cuando el médico Gennaro Goglia declaró a la revista católica "Famiglia Cristiana" haber inyectado 10 litros de un líquido embalsamador al cuerpo del pontífice.
"Practicamos un corte en la muñeca derecha del Papa y le introdujimos la aguja y el líquido", dijo.
Aún hoy se ha dado un paso más y se utilizan técnicas de crionización o congelación en nitrógeno líquido a 150º bajo cero. Otro milagro, de la ciencia.