La tía Julia y el escribidor
“La tía Julia y el escribidor” es una sátira exquisita de la literatura rosa y la novela p
Vuelvo a las líneas de Mario Vargas Llosa. Sin duda me asomo a su obra más íntima y desenfadada: “La tía Julia y el escribidor”, publicada en 1977 y con una serie de ediciones hasta la actualidad.
Íntima porque es una novela casi autobiográfica: el peruano, ganador del Nobel de Literatura en 2010, confiesa, entre otras aventuras, su romance con su tía 14 años mayor a él. El escritor no se corta en detalles y escarba en su memoria. Y desenfadada, porque está llena de anécdotas y hechos pintorescos que retratan su Perú natal de los años 60 y 70.
Ahora bien, no crean que la obra está dedicada al romance prohibido del inquieto sobrino, cuya familia se opone a una eventual boda con la calenturienta tía. En realidad, es la historia del joven y audaz Mario, que sueña con ser escritor, aunque trabaja en una radio en donde conoce a Pedro Camacho, aquel excéntrico libretista boliviano de radionovelas, que además interpreta lo que escribe.
Lo mejor de la novela, sin duda, es el papel del boliviano. No quiero arruinar la sorpresa, pero digamos que el libretista enloquece y la forma cómo Vargas Llosa lo evidencia es muy creativa e incluso irreverente, tanto que el lector queda confundido, porque no entiende al principio qué está pasando.
“La tía Julia y el escribidor” es una sátira exquisita de la literatura rosa y la novela popular. Pero, al mismo tiempo, el Nobel cuestiona la hipocresía, el racismo y el clasismo de la sociedad limeña.
Vargas Llosa en el prólogo hace la justificación: “Comencé esta novela en Lima, a mediados de 1972, y la seguí escribiendo, con múltiples y a veces largas interrupciones, en Barcelona, La Romana (República Dominicana), Nueva York, y de nuevo Lima, donde la terminé cuatro años después. Me la sugirió un autor de radioteatros que conocí de joven, al que sus melodramáticas historias devoraron el seso por un tiempo. Para que la novela no resultara demasiado artificial, intenté añadirle un collage autobiográfico: mi primera aventura matrimonial”.
Los diálogos son ricos y descriptivos, como cuando un amigo del protagonista lo descubre:
Y sobre el final, mejor no les digo nada. Consiga la novela y empiece a devorar las líneas de Vargas Llosa.