Irritabilidad, cansancio, ansiedad; los cortes de luz generan estragos en la salud mental de los ecuatorianos
Desde hace cuatro semanas, Gloria Vallejo, de 64 años, no ve luz en su casa. De lunes a viernes, sale y regresa del trabajo hasta Chillogallo, en el sur de Quito, a oscuras, debido a los cortes de luz que han llegado hasta las 14 horas.
Para ella, realizar tareas domésticas como lavar ropa, planchar o preparar alimentos se ha convertido en un reto, pues debe hacerlo durante la madrugada, cuando usualmente cuenta con el servicio eléctrico o acumularlas hasta el fin de semana.
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Cuenta que no se trata de un caso aislado; sus compañeros viven situaciones similares o incluso más complicadas. Algunos tienen que preparar a sus hijos para la escuela, y otros deben atender a padres o abuelos con complicaciones de salud, todo bajo la luz de velas o linternas. Los que tienen duchas eléctricas se bañan con agua fría.
La incertidumbre causa estragos en la salud mental
Los apagones han causado incontables afectaciones económicas a las que hoy, según explica la psicóloga clínica Andrea Vicente, se suma el deterioro de la salud mental.
"El impacto negativo ya se siente. Los pacientes refieren sintomatología preocupante, como ataques de ansiedad, de ira, insomnio, falta de apetito. Están preocupados pensando que ya se va a ir la luz, si se cumplirán los cronogramas y todo lo que deben hacer mientras tienen el servicio. En los casos de comerciantes es aún más grave".
Cuenta que si bien en algunos casos estos momentos de desconexión se aprovechan para compartirlos en familia, en otros ya se siente la irritabilidad, producto de la mala calidad del sueño y las preocupaciones diarias. "Hay más peleas en casa e incluso en el trabajo, por el insomnio y el sentimiento de frustración que produce no contar con un servicio básico", comenta la especialista.
La incertidumbre que genera la falta de un servicio básico, sumada a las complicaciones laborales y académicas, está exacerbando las condiciones preexistentes de ansiedad y depresión.
“Muchos de los pacientes que llegan a consulta reportan dificultades para organizarse, sentir que no logran cumplir con sus responsabilidades, y tienen una constante sensación de inseguridad y agotamiento mental. Esto provoca sentimientos de desvalorización, lo que empeora su estado anímico y genera más aislamiento social”, señala la psicoanalista Soledad Ríos.
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El sentimiento se agrava debido al caos vehicular. En Quito, de las 1 267 intersecciones viales, 1 034 tienen complicaciones durante los apagones, según datos recabados por la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT). La falta de semáforos causa un pesado tráfico, por lo que Gloria Vallejo, por ejemplo, optó por usar el Metro, aunque eso le signifique caminar más.
Durante los apagones, el tiempo en el tráfico casi se ha duplicado, retrasando la llegada a compromisos personales o profesionales, así como a los hogares para cumplir con los quehaceres, hacer deberes o descansar.
El ruido de los generadores y la falta de servicio telefónico agravan los cortes de luz
En Quito, la Agencia Metropolitana de Control permite sonidos de máximo 60 decibeles para el sector comercial y 70 para el industrial, que es el máximo al que el oído humano debería estar expuesto en el día a día, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Actualmente, debido al uso de generadores, los ciudadanos soportan ruidos de hasta 100 decibeles, durante prolongados periodos de tiempo, que afectan directamente a la salud; incrementan el riesgo de problemas cardiovasculares, impiden el correcto descanso y afectan directamente al oído. También hay problemas respiratorios a causa del humo que emanan los generadores.
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A ello se suma la falta de internet y servicio de telefonía móvil, las dos vías de comunicación más utilizadas en la actualidad. "La alternativa de la pandemia fue conectarnos de manera virtual, hoy, ya no se tiene esa opción", recuerda Andrea Vicente.
Aunque el mayor impacto lo sienten adultos mayores que no pueden comunicarse con sus familias, también lo viven generaciones menores, que consideran al celular como parte fundamental de su vida.
En el caso de adolescentes y jóvenes, el cambio drástico de rutinas y la imposibilidad de utilizar sus equipos electrónicos aumentó la necesidad de atención psicológica.
Ruth Clavijo, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de Cuenca, explicó a Ecuavisa que los casos de ansiedad y estrés se han agravado porque muchos aspectos de la vida universitaria dependen de la energía y la conectividad: "estudios, realizar actividades en línea, acceder a recursos educativos, el uso de las plataformas, las tareas con fechas límites y la resolución de exámenes", detalló.
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Según cifras de la Universidad UTE, en Quito, la mayoría de atenciones se realizan a jóvenes de entre 17 y 19 años.
¿Qué se puede hacer?
Andrea Vicente sostiene que en estos casos la planificación es fundamental, aunque se deben restringir a planes diarios para no generar frustración si no se pueden cumplir por cambios en los horarios de cortes.
La empatía y la escucha activa también son fundamentales. La especialista recuerda la importancia de validar las emociones.
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Gloria Vallejo, mientras tanto, a la par de acudir a terapia, decidió junto a sus compañeros apoyarse en algunas tareas, como llevar comida o cargar baterías.