El riesgo de deslaves pone nuevamente en jaque al cerro Auqui; conozca cómo cuidar la montaña hasta su recuperación

Las lluvias que llegaron a la capital luego de 48 días de sequía podrían representar un nuevo riesgo para la población debido a la fragilidad del suelo después de los incendios forestales.
Las emergencias de los últimos días dejaron cerca de 200 hectáreas de vegetación afectada en el Distrito Metropolitano.()
28 sep 2024 , 07:39
Coralía Pérez

Las lluvias regresaron a Quito luego de 48 días de ausencia. Lo hicieron en un momento crítico, pues desde el 24 de septiembre, la capital registró decenas de incendios forestales, siendo el de mayor magnitud el del cerro Auqui, calificado por las autoridades como el mayor y más peligroso en los últimos 30 años.

Las llamas se liquidaron en su totalidad este viernes 27 y coincidió con la llegada de las precipitaciones a gran parte de la capital. Pero esto sumó otra preocupación a las autoridades, pues la fragilidad del suelo luego de las llamas podría convertirse en una nueva amenaza: deslizamientos de tierra.

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El 26 de septiembre, el propio alcalde Pabel Muñoz compartió la alegría por las primeras precipitaciones que se registraron en zonas del sur de Quito, pero sostuvo que espera "que no llueva mucho", por los riesgos que esto conlleva.

"Las laderas tienen en este momento mucha ceniza y material vegetal incinerado. Si hay una lluvia fuerte, pudiéramos tener desplazamiento de tanta ceniza acumulada en forma de lodo y piedras que han quedado sueltas", explicó.

Según la autoridad, no hay forma de evitar aluviones en estas zonas si se presentan lluvias torrenciales. La única opción es que el ecosistema se recupere naturalmente y eso empezará en, aproximadamente, dos meses.

¿Cómo cuidar de las zonas afectadas hasta su recuperación?

Sebastián Pillajo, Jefe de la Unidad de Patrimonio Natural de la Secretaria de Ambiente, explicó a Televistazo que toma cerca de ocho semanas que el suelo se enfríe totalmente. Luego viene la etapa de hidratación de la tierra con el agua de lluvia, que permitirá que los microorganismos se activen y que el suelo vuelva a ser fértil.

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Durante este lapso, Juan Carlos Avilés, representante de la Alianza de Profesionales Ambientales del Ecuador, advierte que el terreno debe descansar y se debe evitar a toda costa la presencia de animales y humanos con actividades como excursiones, caminatas, pastoreo de ganado, construcciones, entre otras. "Se debe cercar la zona para que nadie pase", reiteró.

El especialista explicó que ahora se requiere un proceso de infiltración de agua en el suelo afectado, que será imposible si el sitio se llena de pisadas que compactan la ceniza. "Con la lluvia, esto crea un efecto cemento que no permite que el agua pase y, al contrario, crea surcos no favorables que hacen que el agua de lluvia busque caminos por donde avanzar". Esto, señala el especialista, aumenta la posibilidad de deslaves y ralentiza la recuperación del suelo.

Para Avilés, también es importante no intervenir en estas zonas para permitir el proceso natural. "Hay algunas plantas muy resistentes que van a reverdecer", sostuvo.

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Esto posibilitará una recuperación de la cobertura vegetal, que no solo comprende la reforestación, sino también la reaparición de otros componentes del suelo silvestre, como los pastizales o las achupallas.

¿Es momento de recuperar las especies nativas?

Pabel Muñoz dijo durante la emergencia que la ciudad debe hacer de esta crisis una oportunidad, utilizar especies que son nativas para bajar los niveles de temperatura. "Quito ya sufre con el cambio climático por las temperaturas altas, deslaves y desastres, hay que tener cuidado con la naturaleza", aseveró.

Sin embargo, Verónica Arias, experta ambiental y docente universitaria, considera que este plan requiere un análisis importante, pues cambiar la vegetación que está presente desde inicios del siglo pasado representaría otro impacto para el ecosistema ya afectado. En esta ocasión, según la experta, cerca de 600 especies de flora y fauna se perdieron.

Para Arias, es fundamental que los equipos técnicos determinen en qué zonas es conveniente cambiar las especies de árboles y en cuáles podría afectar más de lo debido. "Se ha hablado de retirar eucaliptos, por su alta inflamabilidad, pero en las montañas, son sus raíces las que sostienen el suelo y evitan deslizamientos", explicó.

A ello se suma que especies nativas, como alisos, romerillos o arupos, son más lentas en su crecimiento, y algunas tomarían hasta 25 años en desarrollarse en su totalidad.

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La opción, tanto para Arias como para Avilés, es levantar información técnica que determine las especies adecuadas para las zonas, tomando en cuenta el suelo y el clima.

Juan Carlos Avilés propone que, en unos meses, cuando el suelo esté preparado, se utilice la técnica de bombas de semilla. "El lodo que se forme con las lluvias se puede utilizar para recolectar semillas nativas con varias especies y tratar de simular el proceso natural para la germinación de nueva vegetación", detalló.

Verónica Arias, mientras tanto, considera que el apoyo de la comunidad es fundamental, y que se deben retomar iniciativas para la reforestación, como la campaña 'Adopta un árbol'.

La exsecretaria de Ambiente del Municipio recordó que entre 2014 y 2019, la instancia Municipal sembró 1,2 millones de árboles, con el 99 % de sobrevivencia. Esto se logró con el apoyo ciudadano, y convenios con instituciones educativas, barrios y empresas privadas.

Arias resaltó la importancia de proyectos de reforestación por los beneficios que trae a la capital y sus habitantes, y enfatizó en que estos no requieren ingentes montos de inversión. "Es costoso plantar dentro de la ciudad, porque se requiere romper parterres y veredas, luego realizar el tratamiento del suelo y finalmente sembrar; este proceso podría costar unos USD 200 por planta, mientras que reforestar en montañas y quebradas cuesta entre uno y dos dólares por planta".

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A su criterio, también es necesario que Quito cuente con más viveros, pues actualmente, muchas de las semillas se traen desde las provincias de Cotopaxi y Chimborazo.

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