Elecciones Ecuador 2025 | La campaña electoral es la evidencia de que la polarización política entre correísmo y anticorreísmo está más viva que nunca
La polarización política en el Ecuador goza de buena salud, tan alimentada está que de 16 candidatos inscritos, 14 juegan el rol de fantasmas: no pesan, electoralmente por ahora no existen.
Esa dinámica de extremos se cultivó con cuidado. El correísmo se construyó durante 10 años de una gestión que se apalancó en el tecnopopulismo y en un aparataje constitucional, trabajando a toda máquina para posicionar la imagen del líder y su gestión.
La postura contraria se hizo de a poco, su arcilla fueron los excesos, el autoritarismo, la corrupción, la guerra a la prensa, su desprecio a los más elementales principios de la democracia.
El correísmo en una década consolidó una clientela que hasta ahora le ha sido funcional; tiene una votación sólida que lo posiciona siempre en los primeros lugares de las preferencias, lo cual aunque no sea suficiente para llegar a Carondelet le ha servido para pasar a la segunda vuelta y tener un amplio grupo parlamentario.
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El anticorreísmo ha pasado por distintas manos: Lenin Moreno, Guillermo Lasso y ahora Daniel Noboa, y de su solidez no se tienen certezas, de hecho, una de sus características ha sido su incapacidad para dotar a esta tendencia de gobernabilidad.
Esta bipolaridad existe en el mapa electoral pese a que la clase política y otras voces interesadas repiten, como mantra, que no se debe insistir en la división y el enfrentamiento. Y hablan de consensos como si estos se pudieran dar prescindiendo de una contraposición de tesis y actitudes ante la democracia.
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De esa ingenuidad se alimentan los dos actores políticos que encabezan esta campaña polarizada. Ellos confrontan entre sí y le dicen al resto que es malo hacerlo, y el resto les cree, les hace caso. Y allí está su magro porcentaje.
Por todo eso es que el país se evidencia anclado a esas dos banderas que aunque están en los extremos se parecen. Y esto indica que algunas realidades electorales pueden estar cambiando: que el electorado está cansado de la fragmentación, de la sábana electoral y que definitivamente la política mutó al espacio donde los electores privilegian, en los períodos electorales, las percepciones creadas, que las realidades que ya no animan las campañas.