Fiestas de Guayaquil: la leyenda urbana que aterró a los taxistas del cementerio de la ciudad
Guayaquil es una de las ciudades más ricas cuando se trata de historias urbanas que desde niños escuchamos en nuestro paso por la adolescencia. Varias de estas historias, creadas en medio de especulaciones en barrios populares, terminaron convirtiéndose en leyendas, mismas que, pese a la cantidad de años que han pasado, continúan en pie.
Una de las leyendas más comunes en medio del popular guayaquileño tiene como protagonista a Víctor Emilio Estrada Sciacaluga, un reconocido banquero, economista, militar y comerciante ecuatoriano, hijo del expresidente del Ecuador, Emilio Estrada. Generalmente, el personaje principal de esta historia suele ser confundido con el exmandatario ecuatoriano.
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Según los libros de historia y pensamiento ecuatoriano, el hombre falleció de un cáncer de páncreas el 21 de febrero de 1954. Debido a su historia política de la mano de su padre, su muerte fue un hecho recordado en aquella época, aunque en la actualidad, la muerte del personaje está marcado por una historia con esencias de una leyenda urbana.
Según cuentan los abuelos, Estrada fue víctima de un oscuro rumor en la época, basado en que hizo un pacto con el diablo, y que cuando este muriera, el alma maligna podría tener acceso a su tumba para llevárselo.
Sus restos, ubicados en el cementerio de Guayaquil, habrían sido protegidos por una tumba de cobre, construida previamente por el propio Víctor.
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Al momento de morir el cuerpo del banquero fue posicionado en medio del cobre, imposibilitando el cometido del ente con el que había pactado en el pasado, por lo que una maldición cayó en el lugar, provocando que el alma de Estrada vague todas las noches a las 11 de la noche en las afueras de la zona del centro de la ciudad.
Su icónico sombrero de copa y traje de gala habría provocado el grito de terror de varios ciudadanos en el pasado, al darse cuenta que con el ser que tanto habían conversado, no era más ni nada menos que una alma en pena.
Taxistas, transeúntes y guardias de la zona se unieron a los rumores que terminaron transformándose en una de las historias de terror imperdibles de la ciudad, y la favorita de los viejos choferes de la ciudad.