Zoila Maldonado cuenta cómo sobrevivió al naufragio del motovelero Carchi en el que murieron su madre y hermanos

El hecho ocurrió el 6 de abril de 1951 tras partir del puerto de Guayaquil con dirección a Manta
Zoila Maldonado Narváez, de 85 años, muestra la fotografía de ella y su hermana cuando eran niñas.()
24 ago 2024 , 10:30
Diego Bravo

La quiteña Zoila Maldonado Narváez tiene 85 años y todavía recuerda, como si fuera ayer, lo que sobrevivió al naufragio del motovelero Carchi, la madrugada del 6 de abril de 1951, cuando era una niña de 12 años. Ahora, en su casa ubicada en el valle de Los Chillos, ella aún guarda las fotografías y recortes de periódicos con los reportajes que detallan cómo fue su rescate.

En ese accidente murieron su madre, María Esther Maldonado, y sus hermanos menores, Marco Vinicio y Edison Fabián, de cinco y cuatro años, quienes se ahogaron con toda la tripulación. Zoila fue la única sobreviviente y se quedó huérfana junto a sus otras hermanas que no estuvieron con ella al momento de la tragedia. Se quedaron en la capital y no viajaron.

Al amanecer del 5 de abril, Zoila, su madre y hermanos tomaron el ferrocarril en la estación de Chimbacalle con dirección a Durán. Luego se trasladaron en lancha hacia Guayaquil. Desde allí, zarparon en una embarcación mediana que los llevaría a Manta (Manabí). En ese puerto, su progenitora tenía previsto montar un negocio. La idea era radicarse en el puerto mantense para siempre y hacer una nueva vida lejos del barrio San Blas en donde vivieron por varios años.

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Antes de salir de Guayaquil -señala la crónica periodística de Diario El Comercio de ese tiempo- el motovelero presentó problemas mecánicos y no partió a las 22:30 como estaba previsto. Logró hacerlo con dos horas y media de retraso, a la 01:00 del siguiente día (6 de abril de 1951). Cerca de las 03:00, los tripulantes dormían profundamente y sintieron un fuerte sacudón que los despertó de inmediato. Segundos después, se produjo un gran golpe y la gente gritó desesperadamente pidiendo auxilio.

El agua comenzó a ingresar por los costados y segundos después lo hizo por el centro de la embarcación. "Solo alcancé a ver que mi mamita abrazó a mis hermanos porque el barco se hundió rápidamente. Me agarré de su abrigo, pero no pude sostenerme". La última imagen que tiene de sus seres queridos fue cuando se hundían en un remolino que casi la arrastra. Sin embargo, "alcancé a aferrarme a un palo de balsa que se desprendió del mismo motovelero y floté, pues no sabía nadar", narró Zoila en una entrevista con Ecuavisa.com.

Lloraba y se encomendó a Dios. Rezaba mirando al cielo. Alguien le jaló los pies mientras flotaba, pero no logró ayudarle. Si soltaba el pedazo de madera podía ahogarse y luchaba por su vida. No dejaba de pensar en sus seres queridos. Los llamaba a cada momento, gritaba hasta quedarse sin voz, pero no los volvió a ver. Calcula que estuvo más de una hora en esas condiciones, en medio de personas ahogadas y piezas de la embarcación que emergían. Poco a poco, perdía las fuerzas porque subía la marea y las olas le impactaban la cara. A ratos sentía que se iba ahogar, pero su instinto de supervivencia la mantuvo despierta.

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"El motovelero Carchi se partió en dos. La tragedia se dio en pocos segundos y el agua entraba muy rápido, fueron momentos muy angustiosos"

De pronto, sintió que el cuerpo de un hombre se acercó y le topó. La niña le dijo inocentemente que se agarre del palo para que esté a salvo, pero no le contestó.

Minutos después, un bote con personal de la Marina apareció en el lugar y cargaba uno a uno los cadáveres que flotaban. En ese instante, Zoila notó que el señor que estaba junto a ella había muerto, lo cual le provocó un gran susto y casi se desmaya. Los militares la llevaron al buque Calderón en donde buscó con locura a su mamá y hermanos menores entre los cuerpos inertes, "pero ellos no venían por más que yo los llamaba a gritos...".

Al final, pudo identificarlos por su vestimenta, pero tenían el rostro irreconocible. En ese momento, la niña supo que Dios se llevó lo más importante de su vida y no había vuelta atrás.

Llora y se pone nerviosa al recordar esos momentos trágicos. Sus manos blancas tiemblan mientras sostiene las fotografías de sus seres queridos. Zoila se quedó huérfana. La empresa Aerovías Ecuatorianas (AREA) la ayudó con un vuelo gratuito, desde Guayaquil hasta Quito, para que se reuniera con sus hermanas y el resto de sus familiares. También organizó una colecta para recoger donativos. Sus directivos colocarón un buzón en sus oficinas para que la gente ponga la cantidad de dinero que considere necesario para auxiliarla.

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La Virgencita del Quinche me envió el palo de balsa con el que me salvé. Mi mamita me enseñó a ser muy devota. Me encomendé mucho a ella.

También visitó a María Elvira Campi de Yoder, quien fundó la Cruz Roja Ecuatoriana en Ecuador. Zoila la abrazó y le contó su trágica historia, arrancando las lágrimas de todos los presentes en la sala de reuniones. Finalmente, la llevaron a un albergue para niños sin hogar ubicado en el tradicional barrio de San Diego, en el Centro Histórico de la capital, en donde creció y siguió con su vida. "Prácticamente, con mis hermanitas nos quedamos en la calle".

Estuvo a cargo del Tribunal de Menores con el doctor Luis Cornelio Díaz. Las trabajadoras sociales de ese centro se preocuparon mucho por ella. Recuerda con cariño a Eugenia Baquero y Ruth Amores. Cuando llegaba la época de vacaciones o fechas especiales como Navidad y Fin de Año, las profesionales la llevaban a sus casas para que no se quede sola. La acogieron con ternura y amor. "Esas familias me sacaban del internado. Eso me impactó tanto".

Aprendió a llevar el dolor y el recuerdo de su madre con el pasar de los años. Siempre lloraba por las noches recordando lo que ocurrió. Se casó a los 16 años y tuvo tres hijos, quienes ahora la cuidan y son su emblema, un gran soporte emocional porque siempre se preocupan por ella. Quizás en algún momento se vuelva a encontrar con su madre y hermanitos en el cielo. Solo Dios lo sabe...

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"No recuerdo mi niñez porque siempre tengo presente mi orfandad. Tuve que aprender a llevar ese vacío, mi vida ha sido muy dura".

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