El volcán Carihuairazo mantiene interés turístico pese a la pérdida de su glaciar

Su nombre significa hombre de viento y hielo y esas características definen bien al Carihuairazo, un volcán extinto en la sierra centro del país.

No obstante, sus atractivos naturales van más allá. A pesar de perder su cobertura glaciar, sus tres cumbres Josefinos, Central y Mocha conforman este paisaje que atrae a cerca de 50 turistas por día, según la comunidad de Cunuyacu, que cuida la reserva.

El camino a las cumbres está rodeado de las rocas que expulsó en la última erupción en 1698, algunas tan grandes como una casa.

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Las más pequeñas sirven para levantar alpachetas, montoncitos de piedras a modo de ofrendas, que dejan las poblaciones indígenas en honor y respeto a los volcanes.

En las faldas, las agrestes rocas se intercalan con el páramo verde. Florecen chuquiraguas, licopodios o dedos del diablo, líquines que guardan, como esponja, el agua de la lluvia y la liberan poco a poco a ríos y a los 23 ojos de agua.

Desde el Carihuairazo hay vistas privilegiadas de su vecino, el Chimborazo. Con el que, cuenta la leyenda, combatió por el corazón de la mama Tungurahua.

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Los turistas y andinistas llegan en las noches para acampar a 4 100 metros antes de iniciar el ascenso. Es necesario calentarse con comida caliente y ropa térmica porque la temperatura baja hasta un grado. En noches despejadas los visitantes son cobijados por la via láctea.

En el páramo hay lobos que aparecen atraídos por los turistas y por el olor a comida. No son peligrosos pero está prohibido acercarse y alimentarlos.

No son los únicos animales en el Carihuairazo. En la inmesidad de sus faldas hay una docena de especies de aves, entre los cuales destacan cóndores, curiquinques y pájaros zumbadores. También están osos de anteojos y vicuñas que pastorean libremente.

El recorrido hasta la cumbre dura tres horas, es sinuoso aunque no reviste mayores dificultades. A lo lejos el sol aparece tras este coloso que duerme desde hace cuatro siglos.