Crisis pesquera en Esmeraldas tras derrame de crudo
La pesca artesanal en Esmeraldas, sustento de miles de familias, enfrenta una de sus peores crisis tras el derrame de petróleo en Quinindé, ocurrido hace más de dos semanas. Aunque las autoridades levantaron las restricciones para faenar, la recuperación aún no llega. Las redes regresan ligeras, los puestos de venta se cierran y el miedo pesa más que el anzuelo.
Antes del derrame, los pescadores regresaban con hasta 2 200 libras de pescado en sus embarcaciones. Hoy, apenas logran 350 libras, y especies como dorado, albacora y picudo han desaparecido de las capturas.
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De las 3 600 embarcaciones artesanales, solo 700 han retomado la actividad, aquellas con capacidad para navegar entre 14 y 180 kilómetros mar adentro. Mientras tanto, las 500 pangas orilleras, que operan entre tres y 14 km de la costa, siguen sin zarpar por precaución.
Pero el impacto no es solo ambiental. La inseguridad en altamar agrava la crisis. La semana pasada, una embarcación fue asaltada y dos tripulantes fueron lanzados al agua; uno de ellos sigue desaparecido. "Si la pesca ha disminuido para los grandes, peor será para los pequeños que trabajan cerca de la orilla, donde está la contaminación", advierte el pescador Javier Lucas.
En los mercados, el golpe económico se siente con fuerza. En el puerto artesanal de Esmeraldas, la mitad de los 37 puestos de venta han cerrado por falta de producto. Flavio Mercado, vendedor de mariscos, señala que especies como atún, dorado y cherna ya no llegan con la misma regularidad. La escasez ha disparado los precios: la libra de atún blanco pasó de USD 3,50 a USD 6.
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Los restaurantes también han tenido que adaptarse. En el malecón de la playa Las Palmas, ocho locales ahora compran pescado en otros cantones como Muisne y Chamanga, lo que incrementa los costos. "El pescado viene caro porque lo traemos de lugares donde no ha ocurrido esta contaminación", explica Johanna León, administradora de un restaurante.
Esmeraldas, donde el mar era sinónimo de abundancia, enfrenta hoy un panorama incierto. Las redes vuelven casi vacías, los mercados operan a medias y la pesca dejó de ser un ciclo natural para convertirse en una apuesta arriesgada.