El fútbol con la mano es toda una tradición para las mujeres de una comunidad indígena en Imbabura

Entre la mama Cotacachi y el taita Imbabura vive la comunidad indigena de Turuco. Son mil sus habitantes, el 60 % mujeres.

Mujeres que se dedican a labores domésticas, la agricultura, la floricultura, el emprendimiento y al campo, pero también al deporte, jugar fútbol es su pasión.

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Fabiola Flores, presidenta de mujeres de Turuco, dice que esto empezó con la intención de unir a las familias y ahora les sirve para desestresarse, "sacamos la preocupación del organismo y nos liberamos y nos sentimos muy bien".

Hacerlo en anaco, con alpargatas y con reglas establecidas fomenta la convivencia y el esparcimiento tras largas jornadas de trabajo. Ellas se organizan, se dan el tiempo y antes de salir a la cancha se despojan de sus sus gualcas y aretes.

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Juegan en la mitad de una cancha reglamentaria, dos tiempos de 25 minutos y cada equipo tiene ocho jugadoras. Se diferencian por el color del anaco, pero como el negro y el azul se confunden, un equipo abre una franja blanca. Solo la arbitro viste de negro entero. La pelota aquí no se patea.

"El balón solo se lo puede llevar al frente con las dos manos y está prohibido llevarlo a los lados o con un mano", explica Siza De la Cruz, árbitro fútbol de mano.

Para ellas cada jugada, cada corrida resulta divertida. La idea es llegar al arco rival que no tiene arquera, es una área de apenas un metro cuadrado en la que hay que meter el gol sin pisar el área.

Lanzar un penal nunca será fácil, menos si es a 10 metros y con la mano. Para hacerlo ellas se ponen en posición cómoda donde lo que cuenta es la concentración y la fuerza.

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Verónica Guantinango es delantera en fútbol de mano, y dice que hay faltas que son amonestadas y pueden terminar en penal, hace referencia a algún agarrón en el brazo quede se sancionada como penal.

Además, hay partidos que se definen en penales, ahí se pone a prueba el cansancio. Al final, este deporte es un motivo que tienen las mujeres de Turuco para compartir y divertirse. Ellas, que juegan desde hace 15 años, esperan su deporte se esparza para así, poder jugar con otros grupos sociales