Los pilotos de las avionetas en la Amazonía estudian cuatro años para tomar los controles de las aeronaves

El capitán Natale Shavin es el primer piloto indígena de avionetas para pasajeros en Ecuador. Es Shuar y en 38 años de carrera acumuló 13 000 horas de vuelo, en otras palabras, pasó 542 días enteros en el aire. La ilusión de volar, empezó cuando era niño y veía a las avionetas en el antiguo aeropuerto de Sucúa, en Morona Santiago.

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Hoy está retirado y trabaja en la parte de operaciones aéreas. Todo empezó en 1981, entonces no tenía dinero para hacer el curso de piloto. Ahorró como profesor de primaria para inscribirse, tenía 21 años. lo más difícil para él era orientarse sin tecnología GPS.

“A veces nos pasábamos a Perú y los radares nos observaban que estábamos en territorio internacional”, cuenta Natale Chuint, primer piloto indígena

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La historia del capitán Paúl Cruz también es la de la aviación en Morona Santiago. En el hangar de la compañía que compró tiene en exhibición al Colibrí Uno, la única avioneta ensamblada en la Amazonía.

Trabajó para Aeromisional, la primera compañía que hizo vuelos en la Amazonía para dejar y retirar a religiosos salesianos. En su oficina conserva las fotografías, es que en 40 años de volar, tuvo la oportunidad de ayudar en emergencias.

“La primera vez que volaba yo de noche salí 18:30 con heridos, pero con heridos de muerte”, mencionó Paúl Cruz, director de operaciones Aeromorona

En Morona Santiago hay 11 pilotos, todos graduados de escuelas de pilotos y con cursos de cuatro años de especialización. Pasan la mayor parte del día en una cabina de un metro cuadrado, mientras viajan a las comunidades indígenas.

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No solo necesitan dominar la teoría, controlar los instrumentos de navegación; requieren conocer las condiciones cambiantes de los cielos amazónicos.

Paúl Méndez tiene siete años en esta profesión. Observa la altura, la velocidad y la dirección, pero pone especial cuidado en cómo pasar las montañas del Cutucú, una cadena montañosa en la Amazonía en donde se han producido algunos accidentes.

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Él fue parte de los pilotos que tuvieron que llevar insumos médicos durante la pandemia por covid-19 a las comunidades más alejadas, no todos sus recuerdos son felices.

“Se han muerto gente en los aviones, también se me murió un niño en los brazos de su padre, fue muy doloroso”, narra Paúl Méndez, piloto Aerosangay

Estos pilotos fueron los que trasladaron los ventanales a la catedral de Macas, reses y cerdos vivos a las comunidades indígenas o varillas para construir hospitales. Todos confían en sus instintos y en estas aeronaves, algunas que datan de 1978.