Comerciantes informales, parte de la historia y el desarrollo de Guayaquil

Comerciantes informales, parte de la historia y el desarrollo de Guayaquil
01 oct 2013 , 03:06
Redacción

En Guayaquil se vende de todo a cualquier hora y en cualquier lugar.

No usan saco y corbata, ni trabajan en una oficina, tampoco se rigen por horarios y con suerte tienen un día para el descanso. Están en todas partes y aunque todo el mundo los conoce, legalmente no existen, pues sus actividades productivas no están registradas. Aún así los comerciantes informales forman parte de la historia y el desarrollo de Guayaquil, ciudad que acoge a habitantes de diversos puntos del país.

 

Jhonatan Bravo es cocinero, decidió convertirse en su propio jefe pues durante años no lograba encontrar un trabajo estable. Desde hace cinco meses vende sus propios productos en una de las principales avenidas de la urbe porteña. Su jornada empieza siempre a la misma hora, pero su salida depende del día. 

 

Otra historia parecida es la de Víctor Albán, él y sus amigos deben ingeniárselas para eludir los controles de los metropolitanos ya que, según comenta, si no vende 70 pasteles diarios la “pasa mal”.

 

Llega el fin de semana y eso supone más oportunidades para el comercio. Los comerciantes informales no permanecen en un solo sitio, se movilizan frecuentemente a los lugares donde existe concentración de público, especialmente en eventos artísticos y deportivos. Ellos dicen que el guayaquileño no se muere de hambre.

 

Libia Galarza por ejemplo, aprovecha un partido de fútbol para ofrecer gorras y camisetas. Afirma que siempre está atenta a la programación de espectáculos y vende según la ocasión. 

 

El presidente de la Cámara de Comercio tiene una postura contraria al sector informal, pero reconoce que a los vendedores ambulantes se les hace complicado formar una empresa, por costos y trámites.

 

Las actividades productivas continúan en horas de la noche. Como no encontró local dentro de una urbanización, a Nathaly Sánchez se le ocurrió aparcarse en los exteriores para atender a los clientes. En cuatro horas vende casi 700 panes.

 

En la madrugada también hay momentos para ofrecer productos. Vicente Quintero llega a diversos bares impecable como la primera vez, hace 34 años. Sus clientes son los amantes de la noche, el plato solo cuesta $ 1.

 

Guayaquil es la ciudad de las oportunidades, en la que se vende de todo, en cualquier lugar y a cualquier hora.