Marcela Aguiñaga, fundamental

25 jul 2024 , 18:50
Carlos Rojas

A estas alturas, la Prefecta del Guayas debe ser consciente de que sobre su eje orbita buena parte de la política nacional a pocos meses de las elecciones. Su incomodidad por cómo la Revolución Ciudadana procesó la campaña presidencial luego de la muerte cruzada fue evidente. Por eso, en el enfrentamiento público con Pierina Correa, Marcela Aguiñaga dejó la Dirección Nacional de esa agrupación para concentrarse –dijo- en la Prefectura.

De inmediato vinieron sus reproches al espíritu de cuerpo que el correísmo construyó alrededor de Jorge Glas, por las denuncias de acoso, presentadas por su exasistente Soledad Padilla. En este embarazoso incidente, la Prefecta fue coherente con su lucha feminista, a diferencia de muchas de sus compañeras que dicen defender esta causa, pero apoyaron el vicepresidente.

Fueron tan incómodos esos momentos, ocurridos casi a la par, que mucho se comentó de la inevitable desafiliación de Aguiñaga. Si a eso se suman su acercamiento con Isabel Noboa, la tía del Presidente de la República, y la relación de simpatía que ambas autoridades dejaron en evidencia, el escenario de una Aguiñaga ‘independiente’ inspiró varios párrafos de análisis políticos.

Ah, falta comentar el distanciamiento que se generó entre ella y el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, quien, en cambio, nunca despertó la confianza de Daniel Noboa.

Transcurrieron semanas y meses, pero Aguiñaga nunca se alejó de la Revolución Ciudadana. Es más, se reestableció la camaradería con principales figuras como Pabel Muñoz, Paola Pabón, Leonardo Orlando, Juan Cristóbal Lloret y hasta el propio Álvarez. Todos reunidos en Guayaquil, por iniciativa de la Prefecta, y luego en Cuenca.

Fueron días en los que Aguiñaga no escondía su preocupación por la demora del Gobierno central en entregarle las garantías de endeudamiento para hacer obra pública.

Sin duda, la expectativa de muchos periodistas y politólogos sobre su distanciamiento con el correísmo fue apresurada. El acto político de relumbrón de esta semana, con el que el presidente Noboa celebró la entrega de dichos créditos a la Prefectura, demostró que de la magia inicial hoy solo queda la cortesía.

A Aguiñaga se le sintió incómoda, incluso cuando recibió de Noboa, una orquídea como un detalle de caballerosidad. Su reacción, sin duda, habrá sorprendido a Noboa, personaje muy celoso con sus afectos y proclive a generar enemistades en la disputa política. Pero Aguiñaga siempre ha estado entre las figuras que mejor le caen.

Ahora, tal y como van las cosas, se podría decir que el Gobierno falló en su estrategia de dividir al correísmo –con propósitos electorales- por el lado de Aguiñaga. Y si esta lectura es correcta, se entiende por qué ella se mostró tan parca en el evento de las garantías.

No solo eso, ha tenido que cerrar filas, al menos ante el público, a favor del alcalde Álvarez, en medio de las investigaciones de Fiscalía, generadas por Noboa, sobre el presunto tráfico de combustibles.

Aguiñaga priorizó su asistencia a los eventos por la fundación de Guayaquil, que el Alcalde organizó, así no le gusten muchos los apapachos. Noboa estuvo en el evento de la Armada y en su Sesión Solemne, acompañado de las autoridades del CNE y la Judicatura.

Es claro que el correísmo, este momento, tiene una doble estrategia electoral. La una, escoger un binomio presidencial que rompa el techo de electores que le impide ganar en segunda vuelta. Y conservar el liderazgo de Marcela Aguiñaga, una mujer fundamental que, si se aleja de esta corriente, puede cambiar el rumbo de los próximos comicios y precipitar el ocaso de la Revolución Ciudadana.