La primera ciclovía de Latinoamércia cumple 40 años
La ciclovía de Bogotá, un espacio recreativo pionero en la región, cumple cuatro décadas.
De niño salía con amigos; de joven, con sus hijas, y ahora que es abuelo, con sus nietos: para Fernando González, pasear por la ciclovía de Bogotá, un espacio recreativo pionero en Latinoamérica que este año cumple 40 años, es una rutina dominguera casi religiosa.
"Es como ir a misa", dice a la AFP vestido de ropa deportiva y gorra, mientras avanza por la Carrera Séptima, la misma avenida que atraviesa la capital colombiana de norte a sur y que en diciembre de 1974 se estrenó como vía compartida para la circulación de bicicletas en horarios determinados.
Cuarenta años después, varias calles de la ciudad usualmente abarrotadas de carros y buses se liberan de automotores cada domingo o festivo, de siete de la mañana a dos de la tarde, para dar paso a ciclistas y transeúntes.
"Nosotros salimos desde el barrio Chapinero hacia las ocho de la mañana y vamos hasta más allá del Centro. Desayunamos y nos devolvemos tranquilamente. Llegamos a casa hacia el mediodía", añade González, uno de los 1,4 millones de personas que frecuentan las ciclovías bogotanas, según cifras de la Alcaldía de Bogotá.
"Tenemos 121 kilómetros destinados a las ciclovías en 10 corredores diferentes", señala a la AFP Aldo Cadena, director del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), que gestiona la iniciativa.
Impulsadas por la promoción de estilos de vida saludable y el cuidado del medio ambiente, las vías exclusivas para bicicletas en días específicos se replicaron a lo largo de los años en muchas ciudades de Colombia, pero también de la región.
Cada vez más ciudades en Latinoamérica han adoptado el modelo bogotano de ciclovías para esparcimiento, que se unen a las ciclorrutas permanentes construidas como alternativa de transporte para aliviar el congestionado tráfico que padecen muchas de las grandes urbes.
La ciclovía en Bogotá, hoy instalada como marca registrada de la ciudad, debe su origen a una protesta ciudadana. "La gente se tomó por la fuerza la Carrera Séptima, la invadió con bicicletas en masa y las autoridades tuvieron que otorgar el derecho con un decreto más tarde", cuenta Cadena, quien destaca el beneficio que supone la reducción de la contaminación.
A lado y lado de las rutas, vendedores de desayunos, reparadores de bicicletas y personal médico se apostan desde temprano para atender a clientes y pacientes. Mientras, policías y funcionarios municipales vigilan que los vehículos respeten la vía exclusiva para los no motorizados.
Constituida como espacio recreativo municipal en 1976 y masificada en las décadas siguientes, la ciclovía convoca a gente de todas las edades, a pobres y a ricos, a nativos y extranjeros. E incluso, para celebrar el cumpleaños de Bogotá en agosto, se hizo nocturna.
"Es una gran idea motivar a la gente para que salga a ejercitarse y desconectarse del tráfico pesado de la semana, que es enloquecedor", afirma Andrew Southern, un profesor de inglés de 34 años que vive hace más de una década en Colombia.
No obstante, para algunos, la medida complica la movilidad urbana. "Está bien para hacer ejercicio pero si uno va a salir en carro (ndlr: automóvil), hay que dar muchas vueltas para llegar a cualquier lado", se queja Laura Vera, una empleada administrativa de 30 años.
Para Luisa Rojas, una funcionaria de 24 años que pasea a su perro labrador, la seguridad también preocupa. "A algunos amigos los han robado en la ciclovía", afirma en voz baja.
Otros, sin embargo, piden que se extienda por más horas. "Algo que no me gusta de la ciclovía es que no dura todo el día", señala Carolina Ramírez, una estudiante de 19 años, mientras trota por la Avenida Boyacá.