Los profesionales venezolanos han trabajado de vendedores ambulantes y meseros antes de ejercer su profesión en Ecuador

Una vida dedicada a los estudios y a la investigación científica no fueron suficientes para que la bacterióloga venezolana Nairoby González, atravesara una migración sencilla. Le habían asegurado un trabajo en Quito pero no tuvo el recibimiento prometido.

“Me dijeron que no me necesitaban. Mi mundo se vino abajo, ahí entendí la migración porque no importaba cuántos estudio tenía, había llegado a Ecuador y no era nadie”, dice Nairoby González, bacterióloga.

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Aun así decidió quedarse en Ecuador. consiguió trabajo en un laboratorio, pero no le pagaban suficiente. Por ello, optó por convertirse en vendedora ambulante junto a otros venezolanos.

“A las 4 de la mañana me levantaba a exprimir las naranjas para vender los jugos. Yo me iba a trabajar y se quedaban vendiendo los jugos. Salía para ir a comprar las naranjas y seguir con el ciclo”, cuenta Nairoby.

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La migración masiva y apresurada de los profesionales de la salud venezolanos hacia Ecuador, los llevó a reinventarse. Con una acordeón también se ganó la vida la pediatra Horiana, quien hacía varias cosas a la vez: trabajaba en un consultorio, daba clases a aspirantes de enfermería y vendía pulseras a sus estudiantes.

La Federación Médica Venezolana dice que 42 mil profesionales de la salud han salido de su país, de ellos, 8 939 han registrado su título en Ecuador.

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Sin embargo, ese no es el único proceso necesario para ejercer la profesión en Ecuador. Para ser un profesional con todas las de la ley, hay que obtener residencia, cédula y presentar una prueba que solo se realiza dos veces al año.

“¿Por qué tengo que presentar un examen si ya soy odontóloga? Bueno, hay que hacerla y yo la hice. En el primero no pasé por un punto, tuve que esperar un tiempo y ahí sí pasé”, cuenta Doly Sánchez, odontóloga.

Es un requisito para médicos, odontólogos y enfermeras, luego de eso deben completar la rural, un servicio comunitario que cumplió Zully González.

“Yo me fui a un lugar que se llama Cheve, en Pedernales, Manabí, porque hay que hacer una cosa que se llama extramurales que es ir a caseríos más lejos, es ir monte adentro”, menciona Zully González, quien llegó a Ecuador hace siete años.

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El programa dura un año y es obligatorio para locales y extranjeros, a menos que lo hayan hecho en otro país. Les da un conocimiento profundo de las necesidades de las poblaciones más vulnerables de Ecuador.

Esta pieza periodística es resultado de las Becas para la cobertura de la migración en Ecuador, otorgadas por la Fundación Gabo en alianza con el Banco Mundial y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con el apoyo del Gobierno de Canadá y de la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Gobierno de los Estados Unidos.

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