La violencia doméstica en contra de los hombres es un tema tabú en muchas sociedades.
La violencia doméstica en contra de los hombres es un tema tabú en muchas sociedades.
16 may 2020 , 04:44
BBC News Mundo
La gran mayoría de las denuncias sobre violencia doméstica proceden de mujeres. Un tercio de todas las mujeres y niñas experimentan violencia física o sexual en algún momento a lo largo de sus vidas, según estadísticas de la ONU.
Mucho menos común, y también menos comentados, son los ataques que sufren algunos esposos u otros miembros varones de una familia.
La violencia doméstica en contra de los hombres es un tema tabú en muchas sociedades y sus víctimas con frecuencia tienen que buscar la manera de salir adelante por si solos.
La primera vez
Yo no sé si mis amigos sospechan algo. Todo parecía maravilloso desde afuera: sonrisas, amigos, mucho dinero, alegría y confianza. Viajamos juntos por medio mundo.
Yo no tenía nada que temer mientras viajábamos: ella no me haría daño en frente de otras personas. Lo más importante era evitar estar a solas con ella.
Apenas recién me di cuenta de que mi exesposa estuvo violándome durante 10 años.
Ira fue mi primera mujer. Nos conocimos cuando teníamos veintipocos años. Ella dio el primer paso y me invitó a salir.
Mis padres me habían dicho que yo tenía que mudarme inmediatamente después de que empezara a salir con alguien.
En otras palabras, comenzar una relación significaba renunciar a la familia y a tener un techo sobre mi cabeza. En un día tenía que perderlo todo.
Daba miedo. Por ello, yo solamente podía permitirme tener una relación cuando hubiera ahorrado suficiente dinero como para vivir de forma independiente.
Bajo autoestima
Para colmo, mi madre se avergonzaba de mí y de mi apariencia. Yo tenía una autoestima muy baja.
Mis primeros intentos en tener relaciones sexuales fueron con Ira y, en aquella época, yo los quería.
Sin embargo, no eran tan normales: era doloroso y agresivo. Nuestro primer encuentro sexual duró unos cinco horas y cuando terminó yo tenía dolores por todos partes.
Ella tenía la manía de que siempre hubiera esperma al final. Yo era frotado hasta conseguirlo. En promedio, duraba entre una y dos horas.
Se supone que el sexo debe ser algo que disfrutas, pero para mí nunca fue placentero. Yo no tenía experiencias previas y creí que era de esa manera así que solía acceder a sus demandas.
Pese a todo, pronto dije "No". Pero eso no la detuvo. Fue entonces cuando se convirtió en una violación.
Atrapado
Yo tenía que irme al extranjero en un largo viaje de negocios. Me daba miedo perder a Ira, así que le pedí que me acompañara. Incluso le ofrecí casarnos antes.
Ella no aceptó, pero de todas formas viajó conmigo. Fue entonces cuando todo empezó.
Yo tenía demasiado trabajo y quería descansar pero ella empezó a exigir que tuviéramos sexo. Yo accedí la primera vez, la segunda...
Ella decía "lo quiero, lo necesito, así que tienes que hacerlo, vamos, he esperado mucho tiempo".
Yo le respondía "no, no quiero, necesito descansar, estoy agotado".
Entonces, ella me pegaba y ya no había nada que yo pudiera hacer. Ella me arañaba hasta que yo sangraba, me daba puñetazos.
Ella nunca me dejaba marcas en el rostro, solamente me hacía daño en las partes del cuerpo que podía cubrir con ropa: mi pecho, mi espalda, mis manos.
Yo no me defendía porque pensaba que golpear a una mujer era agresivo y estaba mal. Así fue como me educaron mis padres.
Me sentía pequeño, débil y, simplemente, no podía escapar. Ella conseguía lo que quería y usualmente lo haría colocándose encima de mí.
Una vez intenté alquilar una habitación separada para mí en un hotel. Pero yo no hablaba el idioma del lugar, el recepcionista no entendía lo que le pedía. Terminé atrapado.
Al salir del trabajo me daba miedo volver al hotel, por lo que me iba a caminar por los centros comerciales hasta que cerraban las tiendas.
Luego me iba a deambular por la ciudad. Era otoño, frío y húmedo, y yo no había llevado ropa abrigada. Al final, terminé contrayendo infecciones urinarias, prostatitis y fiebre.
Eso, sin embargo, no detuvo a Ira: yo tenía que hacer lo que ella quería.
Los fines de semana eran lo peor: ocurría el sábado en la mañana y la noche del domingo. Yo contaba los días que faltaban para volver a Ucrania. Pensaba que eso pondría fin a nuestra relación, pero estaba equivocado.