Juan Manuel Santos: "El proceso de paz en Colombia es irreversible"
Juan Manuel Santos recibió el premio Nobel de la Paz en 2016.
En su libro "La batalla por la paz", el ahora exmandatario colombiano consigna que dijo a un pequeño grupo de asesores:
"Hay que analizar todas las opciones -dije-. Todas las opciones. Y una de ellas es renunciar".
"Más adelante escribe: "Muchos -comenzando por mi propia familia- se veían afectados emocionalmente, y yo sabía que en esas condiciones no eran los mejores consejeros".
"Consciente de esto, . Necesitaba estar solo".
"Respiré hondo, medité, dejé que se aplacara mi mente, y una única respuesta surgió clara en mi interior: tenía que perseverar, ".
En el contexto mundial, el referendo colombiano se inscribió en una serie de elecciones y plebiscitos (Brexit, el triunfo de Donald Trump) que mostraban el ascenso de fuerzas conservadoras o de extrema derecha acusadas de haber manipulado la verdad y utilizado el miedo para lograrlo.
Fue lo que luego empezó a conocerse como la "posverdad" (fake news).
Volviendo a esa semana de octubre en Colombia, Juan Manuel Santos convocó a todos los sectores que se habían opuesto al acuerdo, logró despejar dudas de las iglesias evangélicas sobre la supuesta introducción de la en el acuerdo.
Y de esas reuniones salió un documento con 60 modificaciones propuestas, de las que, en negociación con las FARC, se aceptaron 58.
El acuerdo se había salvado.
Esa misma semana recibió .
Entrevistamos a Juan Manuel Santos con motivo del Hay Festival de Querétarodías antes de que Iván Márquez, exjefe del equipo negociador de las FARC, y otros conocidos guerrilleros anunciaran la semana pasada que retoman la lucha armada en Colombia.
Tras el anuncio, contactamos de nuevo al exmandatario, que nos confirmó que su posición sigue siendo la misma, citando una frase del conocido estadista británico Winston Churchill: "El éxito no es el punto final, el fracaso no es una predestinación. Lo que cuenta es el coraje de continuar. El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo".
Eso es cierto. Inclusive fui tal vez el único Presidente que portó el uniforme de las fuerzas armadas que desfiló un 20 de julio (día de la Independencia en Colombia).
Mi hijo estuvo en el ejército.
Yo tenía un conocimiento tal vez más profundo que el común de los presidentes y un acercamiento y un respeto de las fuerzas más allá de lo normal.
Eso ayudó muchísimo y también ayudó que no cometí el error de mis antecesores de aislar al ejército de la negociación, sino todo lo contrario.
Lo que hice fue involucrar a todas las fuerzas armadas desde el comienzo, mantenerlas informadas y decirles que una victoria para ellas sería la paz, porque a final de cuentas la que se iba a desarmar era la guerrilla.
Puse dos negociadores del ejército y la policía, dos generales del mayor prestigio, y eso ayudó a generar confianza, porque lo que sucede usualmente es que las fuerzas armadas sienten que las van a negociar, que su futuro va a quedar en manos de su antiguo enemigo, y por eso habían sido tan reacias a una negociación.
Pues la negociación de la agenda fue una parte muy importante, secreta, y ahí se avanzó muchísimo.
Logramos identificar los temas en torno a los cuáles teníamos que ponernos de acuerdo para lograr la paz.
Y ahí dijimos desde un comienzo que no íbamos a poner las fuerzas armadas en la mesa de negociación, que era una de las "líneas rojas", y (las FARC) acabaron aceptando, como aceptaron otros temas que propusimos y que al principio no estaban de acuerdo.
Yo tomé una decisión cuando hace un año salí del poder y es no comentar sobre lo que está haciendo mi sucesor
De manera que fue un táctica de negociación exitosa y nunca permitimos que las fuerzas armadas, o lo que ellos llamaban la "doctrina de seguridad nacional", fuese un tema de negociación.
Fue muy importante porque generó mucha confianza y respaldo por parte de un sector que era escéptico desde el comienzo con el proceso.
Bueno, usted sabe que la táctica política de la extrema derecha, incluso del propio fascismo, es aquella famosa frase: "hay que mentir, mentir y mentir que de la calumnia algo queda".
Y en nuestro entorno político esa era una frase famosa hace varias décadas...
Exactamente. Y eso fue lo que desde el comienzo del proceso utilizaron aquellos que no querían que avanzara.
Unos porque políticamente no les convenía, otros porque siempre hay algunos intereses que se lucran de la guerra y otros por el factor del narcotráfico que ha sido nefasto para el país y que veían que un proceso de paz podía ir en contra de sus intereses.
Entonces confluyeron diferentes intereses en tratar de sabotearlo y uno de los caminos más fáciles y con el que más daño podían causar era precisamente generar miedo, inventarse toda clase de historias para que la gente no apoyara el proceso.
Infortunadamente eso es cierto, pero no es un fenómeno colombiano.
La historia tiende a repetirse en muchos sectores de la sociedad mundial.
En Estados Unidos, la polarización que estamos viendo se vio en otros tiempos.
Creo que eso es cierto.
Y eso mismo ocurría incluso al comienzo de nuestra república.
Si releemos la historia, eso que usted acaba de describir estaba presente: unos más progresistas que otros, unos centralistas otro federalistas...
Yo creo que el mundo necesita redescubrir rápido un libreto de lo que yo llamo la "Tercera Vía", porque los extremismos cuando se retroalimentan nos llevan a desastres como las guerra.
No lo es porque uno de sus máximos exponentes cayó en desgracia por otros motivos...
... Pero el concepto, la filosofía de la Tercera Vía, que se puede resumir en una frase, "el mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario", es un enfoque pragmático que ha producido los mejores resultados en los países que lo han aplicado.
Nosotros hicimos, al principio de mi gobierno, una cumbre de mandatarios de la Tercera Vía, el presidente Bill Clinton, el primer ministro Tony Blair, Fernando Henrique Cardoso de Brasil, Ricardo Lagos de Chile y Felipe González, presidente del gobierno español, y lo que destacábamos era que durante esos mandatos los indicadores de prosperidad y de avance económico y social fueron los más altos de esos países en la historia reciente.
La Tercera Vía sí ha funcionado, lo que pasa es que cayó en desgracia por otros motivos. El nombre, no el concepto
Por eso digo yo que hay que recobrar rápidamente un libreto atractivo políticamente de una nueva tercera vía, porque lo que estamos viendo... Mire el ejemplo de Brasil, la diferencia entre Cardoso y Bolsonaro, eso es como el agua y el aceite.
Por eso no le veo un gran futuro a ninguno de estos países que está cayendo en el extremismo ya sea de izquierda o de derecha.
El punto uno de la agenda del proceso de paz se refería a lo que denominamos una reforma rural integral, que tiene que ver con la tierra, el acceso, la productividad...
Ha sido un tema que nos ha afectado desde el comienzo de nuestra república, ha sido una añoranza de Colombia durante 200 años.
Ahí coincidimos el gobierno y las FARC y fue tal vez uno de los puntos más fáciles de negociación y el primero que se acordó.
Infortunadamente no logramos pasar las leyes necesarias que se tenían que aprobar en el congreso porque nos faltó tiempo, pero esa es una deuda pendiente que si el país se pone de acuerdo para cumplir sería un avance muy importante.
Usted tiene toda la razón cuando relaciona la muerte de los líderes sociales con las personas que no quieren que se avance en ese punto del acuerdo.
Inclusive antes de terminar las negociaciones nosotros iniciamos la restitución de tierras a los campesinos que habían sido desplazados a punta de fusil. Logramos entregarle a los jueces más de un millón cien mil hectáreas, de las cuales los jueces titularon a campesinos que habían sido desplazados más de 300 mil.
Pero falta mucho camino por recorre y ahí hay que avanzar.
Ese es uno de los puntos en los que el país podría encontrar una unidad en su mayoría, no todos, porque hay algunos que no quieren que eso avance.
Subestimamos los efectos de la campaña de desinformación sobre el proceso y por eso todavía tenemos problemas
Pero ese es un punto en el que el presidente Iván Duque encontraría un inmenso respaldo.
Yo tomé una decisión cuando hace un año salí del poder y es no comentar sobre lo que está haciendo mi sucesor. Entonces no quisiera entrar en esa discusión porque yo sufrí durante ocho años una oposición implacable de mi antecesor y sé el daño que eso hace.
Yo prefiero seguir la costumbre, por ejemplo, de los Estados Unidos donde los expresidentes en la medida de lo posible no se entrometen en la gestión de sus sucesores.
Me lo piden todos los días y ganas por supuesto que también he tenido todos los días, porque el alud de críticas o inclusive cuando empiezan a usar el espejo retrovisor (echarle la culpa al gobierno anterior de problemas actuales) pues uno se desespera por no poder responder, pero a la larga al país le conviene más que los expresidentes mantengan prudencia y se dediquen a otras cosas que no sea seguir peleando con sus contradictores políticos.
Uno de los puntos más novedosos de este acuerdo es que es el primero que se desarrollo en torno a los derechos de las víctimas.
Que las víctimas estuvieran en el centro de la solución del conflicto.
Y Baltasar Garzón tiene toda la razón, porque lo viví.
Al comienzo del proceso yo pensé que quienes se iban a oponer a la Justicia Transicional iban a ser las víctimas porque tenían mucha rabia y sed de venganza.
Me di cuenta -y para mi fue una lección de vida- que era todo lo contrario. Las víctimas resultaron ser las más generosas, las que más abrieron su corazón para el olvido.
Y yo les preguntaba el por qué de esa posición tan generosa, y me decían "porque no queremos que la gente siga sufriendo lo que nosotros sufrimos".
Y tuve una experiencia que fue muy importante para mí durante el proceso: un profesor de Harvard me dijo: "Usted se embarca en un camino muy difícil, que va a estar lleno de dificultades y se va a sentir muy solo. Cuando esté a punto de tirar la toalla, hable con las víctimas, que le cuenten sus dramas. Eso lo va a reenergizar".
Yo me puse como ejercicio cada semana hablar con alguna víctima y eso para mí fue fundamental.
Cuando yo escuchaba sus historias salía con un tremendo entusiasmo a pesar de las dificultades. Ahí fue cuando me di cuenta de que eran las más generosas, las que más querían que el terror de la guerra se terminara.
Es nunca se había tenido en cuenta a las víctimas, y si usted analiza otros conflictos se da cuenta de que nadie las consideró. Nosotros en el fondo estábamos haciendo camino al andar.
Cuando aprobamos la ley de Víctimas y Restitución de Tierras en el año 2012 (previo al acuerdo de paz), fue considerado tan innovador por las Naciones Unidas que el propio secretario General viajó a Colombia a su sanción.
Y como las víctimas comenzaron a tener protagonismo y algunos derechos y prerrogativas, eso generó en quienes no querían que el proceso avanzara una animadversión que utilizaron en contra de las víctimas.
Ahí hubo una intención política para en cierta forma satanizarlas, porque eran el centro de la solución del conflicto.
Pues mire: el proceso mismo. Ya está en un punto de no retorno, irreversible.
Usted vio lo que sucedió con las intenciones del propio gobierno y de algunos sectores de cambiar algunos puntos en el acuerdo: se encontraron con una muralla infranqueable del congreso, la Corte Constitucional y la comunidad internacional.
Está la jurisprudencia que impuso la Corte Constitucional para que ningún presidente en los próximos tres períodos pueda hacer modificaciones legales que vayan en contra de los acuerdos.
El hecho de que las FARC estén desarmadas, Y no están, como algunos dicen, regresando al monte.
Es un porcentaje muy pequeño el que no está en el proceso, pero la inmensa mayoría se mantiene.
A pesar de los intentos de mucha gente de demeritarlo, el proceso continúa.
Con dificultades, claro, como ha ocurrido con todos los procesos de paz, sobre todo en la parte de la reconciliación. que toma mucho tiempo y necesita que el país vaya madurando, pero el proceso es irreversible.
Pues era lo que buscábamos.
Y lo que tengo que reconocer es que se han comportado con toda responsabilidad después de la firma del acuerdo.
Algunos miembros -incluso del secretariado, como Iván Márquez y Jesús Santrich- traicionaron a su organización, pero el grueso de las FARC está cumpliendo y ha dado unas muestras de seriedad que creo que los colombianos están empezando a apreciar.
Tal vez en hacerle pedagogía. En explicarlo mejor y contrarrestar con mayor efectividad toda esa campaña de desinformación que se realizó.
Subestimamos los efectos de esa campaña y por eso todavía tenemos problemas.
Por eso lo que usted decía al principio de la entrevista, de que todavía hay gente muy formada e inteligente que sigue diciendo esas barbaridades: que yo soy comandante de las FARC y otras que prefiero no repetir. Eso es producto de que subestimamos el poder de las mentiras.
(Risas) Que me robé 375 millones de libras esterlinas con la complicidad del papa Francisco, que tenía un acuerdo secreto con Hugo Chávez y los hermanos Castro para entregarle el país a las FARC. Inclusive me tenían hasta un nombre como miembro de las FARC: alias Santiago.
Sí, pero cada vez que se tratan de tender puentes con ellos mueven los límites. Porque hay gente a la que no le gusta la reconciliación. necesitan adversarios, si no hay enemigos se los inventan.
Esa es otra consigna de la extrema derecha que ha sido muy usual en la historia.
Pero es verdad: los intentos de reconciliación hay que mantenerlos, ahí hay que perseverar, porque a la larga la esperanza se impone sobre los odios y la reconciliación se impone sobre la guerra.
Eso también nos lo ha enseñado la historia.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 5 y el 8de septiembre de 2019.
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