El insulto de un diputado causa escándalo en Brasil

El insulto de un diputado causa escándalo en Brasil
19 dic 2014 , 07:15
Redacción

"Ella no merece porque (...) es muy fea. No es de mi tipo. Jamás la violaría", declaró el diputado.

"Jamás la violaría porque es muy fea": la frase con la que un diputado insultó a una colega que según él lo llamó violador, levanta olas de indignación en Brasil donde a diario se denuncian 137 agresiones sexuales.

 

Jair Bolsonaro, el diputado de oposición más votado en Rio de Janeiro en los comicios de octubre, y conocido por sus feroces críticas a la izquierda, revivió una disputa ideológica con Maria do Rosario Nunes, exministra de Derechos Humanos y legisladora oficialista del partido de la presidenta Dilma Rousseff.

 

En vísperas del Día Internacional de los Derechos Humanos, el pasado 10 de diciembre, Bolsonaro intervino en una sesión de la Cámara de Diputados para increpar a su colega por declaraciones contra la dictadura (1964-1985).

 

"¡Quédate ahí Maria do Rosario! Hace unos días me llamaste violador. Y dije que no te violaba porque no mereces", le espetó furibundo este militar en retiro de 59 años.

 

Fue la chispa para encender una controversia más en la política brasileña, caracterizada por los golpes bajos, y alimentar la indignación en redes sociales.

 

Varias organizaciones iniciaron un movimiento de repudio que pide a gritos la destitución de Bolsonaro. La Oficina de la ONU para los Derechos Humanos tachó de "inaceptables" los dichos del político. 

 

Pero lejos del arrepentimiento, Bolsonaro avivó las llamas cuando al día siguiente, en una entrevista con el diario Zero Hora, intentó explicar lo que consideró apenas como una "ironía". "Ella no merece porque (...) es muy fea. No es de mi tipo. Jamás la violaría", declaró.

 

"Esto sí merece ser denunciado vehementemente. Es un estímulo a la violencia contra la mujer. Una persona con la actitud de este señor no puede ser representante de ningún sector de la sociedad", dijo a la AFP Lucia Rincón, dirigente de la Unión Nacional de Mujeres, una organización feminista que encabeza protestas en las calles de Brasilia, Rio de Janeiro y Manaus contra Bolsonaro.

 

El legislador se escudó recordando que en 2003, cuando defendía un proyecto de ley para castigar a menores infractores después de una brutal agresión de adolescentes contra una pareja, la legisladora lo culpó indirectamente de ese ataque. 

 

"Enseguida me llamó violador. Repitió la ofensa. (...) Por reflejo, y ante una agresión verbal injusta, respondí que no era violador y que si lo fuera, no la violaría porque ella no lo merecía", señaló en un artículo publicado por el diario Folha de Sao Paulo.

 

 

El diputado, que se jacta de su posición a favor de penas más duras por violación y la castración química voluntaria de agresores sexuales, apuntó en otra declaración que "jamás pedirá disculpas" a Nunes. La exministra inició una serie de acciones legales por injuria y calumnia, mientras la fiscalía presentó una denuncia por incitación pública a la violación. 

 

"No lo hago por mí, sino por todas las mujeres brasileñas, porque ninguna merece ser violentada. No acepto que en el Congreso Nacional ni en ningún otro lugar exista la incitación a la violencia", justificó Nunes.

 

El caso de la exministra sirvió de acicate para que el Senado aprobara el miércoles un proyecto de ley que tipifica el feminicidio. La propuesta deberá ser votada por la Cámara de Diputados antes de pasar a sanción presidencial.

 

Al mismo tiempo sacó a relucir el sesgo machista de la sociedad brasileña, y su enorme expediente de agresiones. 

 

"En 2013 se denunciaron 50.320 agresiones sexuales, pero por investigaciones internacionales sabemos que apenas un 35% de las víctimas denuncian, con lo que en Brasil pueden haber hasta 143.000 violaciones al año", dijo a la AFP Samira Bueno, directora del Foro Brasileño de Seguridad Pública, que edita un estudio anual sobre violencia.

 

Sin importar que Brasil tenga 200 millones de habitantes, "la cifra es muy alta", explica la experta, y cree que el fenómeno responde a una "arraigada tradición machista en la que todavía una mujer es culpada por la agresión que sufre, ya sea por su vestuario o su forma de caminar".

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