Cómo la crisis del petróleo de 1973 convirtió a Venezuela en uno de los países más ricos de América Latina
Hace 50 años el mundo vivió una convulsión energética mundial.
En octubre de 1973, los países árabes exportadores de petróleo impusieron un embargo de su venta a Estados Unidos y otros estados en represalia por su apoyo a Israel en la Guerra del Yom Kippur, que enfrentó al Estado judío con Egipto y Siria.
El precio del crudo se disparó. Si en 1971 se pagaba a US$1,80 por barril, en 1974 llegó a 11,65. La subida fue una de las razones principales de una crisis económica de la que el mundo tardó años en recuperarse. Pasó a la historia como la Crisis del petróleo.
Para la mayoría de países de América Latina supuso un duro revés que los obligó a endeudarse masivamente para cubrir sus necesidades energéticas, lo que sentó las bases de la crisis de la deuda que ahogaría económicamente a la región en la llamada “década perdida” de 1980.
Pero hubo un país que resultó muy beneficiado: Venezuela. Al menos al principio.
Esta es la historia de cómo se convirtió en uno de los países más ricos de América Latina, mientras sus vecinos sufrían.
“Un maná inesperado”
En un artículo publicado por la Reserva Federal de Estados Unidos, el investigador Fabrizio Perri aseguró que “Venezuela destaca como el único país que ha experimentado en el curso de un siglo tanto un milagro en su crecimiento económico, como un desastre”.
El “desastre” se ha producido en los últimos siete años, en los que Venezuela ha perdido aproximadamente tres cuartas partes de su Producto Interno Bruto.
El “milagro” fue el de los años 1970. Solo en los dos años que siguieron al embargo de 1973, el país recibió US$10.000 millones adicionales por la venta de su crudo, lo que disparó su Producto Interno Bruto y estimuló cambios decisivos en su economía.
Como había hecho en crisis anteriores en Medio Oriente, Venezuela se mantuvo neutral y evitó sumarse al embargo árabe contra Washington.
Esto le permitió convertirse en proveedor alternativo de crudo para Estados Unidos y los otros países desarrollados afectados por el embargo.
Capaz de producir 3,3 millones de barriles diarios, muy lejos de los poco más de 800.000 de la actualidad Venezuela era el mayor exportador de petróleo fuera de Medio Oriente y su producción superaba la suma de la de todos los demás países latinoamericanos.
Esa pujanza aumentó también su peso internacional.
Según Stephen J. Randall, de la Universidad de Calgary, Canadá, “Venezuela se había convertido en un actor internacional principal como uno de los mayores exportadores de crudo”.
Fortalecida por un ingreso petrolero disparado, Caracas pudo incluso dedicar generosas ayudas a través del Banco Interamericano de Desarrollo a los países de América Central, especialmente golpeados porque tenían que importar todo el petróleo que consumían.
La época de vacas gordas impulsó cambios profundos en el país, entonces dirigido por el presidente Carlos Andrés Pérez.
José Toro Hardy, economista especializado en la historia del petróleo en Venezuela, le dijo a BBC Mundo que “Pérez se encontró con un maná petrolero que no esperaba por la subida de los precios y eso le animó a decretar poco después la nacionalización del petróleo”.
Venezuela no era una excepción. Desde la década anterior, siguiendo las tesis de la Industrialización Sustitutiva de las Importaciones, (ISI) teoría económica entonces en boga, muchos países en desarrollo habían empezado a optar por nacionalizar sus recursos naturales para destinar los ingresos de su exportación a favorecer el crecimiento local.
Los precios altos reforzaron esas tesis, que la mayoría de figuras destacas de la escena venezolana de entonces, como Rafael Caldera o Arturo Uslar Pietri, ya habían abrazado. No en vano, ya había sido una de las promesas de Pérez en la campaña electoral de 1973.
“Cuando Carlos Andrés Pérez se decidió, el país entero era un clamor por la nacionalización”, dice Toro Hardy.
En 1975, finalmente, el petróleo venezolano fue nacionalizado, Las compañías extranjeras que lo explotaban fueron indemnizadas y sus activos y personal pasaron a una compañía estatal de nueva creación, Petróleos de Venezuela (PDVSA), que sería uno de los motores del desarrollo en años posteriores.
En aquel tiempo se creía que las reservas de petróleo venezolanas eran mucho menores y las compañías extranjeras que venían explotándolas habían abandonado los trabajos de exploración ante la cercanía del final de sus concesiones.
La recién creada PDVSA inició activos trabajos de exploración que revelaron la verdadera magnitud de las reservas de Venezuela, las mayores del mundo según su gobierno.
La acción de la compañía estatal ayudó también a desarrollar la tecnología que permitiría hacer rentable la extracción del crudo de la llamada Faja Petrolífera del Orinoco, que no se explotaba por ser muy pesado y de baja calidad.
Tras la nacionalización, el país vivió una época de prosperidad que sería conocida como la de la Venezuela saudita.
Bajo el eslogan de “la Gran Venezuela”, el Gobierno de Pérez impulsó un ambicioso “capitalismo de Estado” y con los ingresos del petróleo se pagaron modernas infraestructuras y se nacionalizaron también las industrias básicas dedicadas a la metalurgia, la energía eléctrica y otras actividades.
El Estado venezolano se convirtió en uno de los principales agentes económicos y uno de los mayores empleadores del país. Su dinámico crecimiento atrajo a muchos migrantes colombianos a Venezuela.
Aquella fue tambien una época de dinero fácil.
Fue entonces cuando se popularizó una expresión definitoria de aquella época y todavía muy recordada por los venezolanos cuando la comparan con las penurias de su presente: “Está barato, dame dos”.
Una región sobreendeudada
En cambio, el viento soplaba de cara en otros países de América Latina.
Al contrario que Venezuela, la mayoría de ellos necesitaban importar petróleo y otras materias primas para generar energía y la Crisis del petróleo les puso en serias dificultades.
Según Randall, “en el momento del embargo y el incremento de los precios, dos tercios de los países latinoamericanos tenían un déficit energético y tenían que importar energía; el petróleo representaba el 65% de esa energía”.
Como gran parte de la región dependía de la importación, “el súbito y agudo aumento del precio del petróleo tuvo un impacto significativo en las balanzas de pagos. Aumentó la deuda externa de la mayoría de países y sirvió de prólogo” a lo que sucedería en los 1980.
Solo Brasil, protegida por su gran cantidad de reservas internacionales, pudo afrontar con relativa holgura el aumento de los precios del petróleo.
El resto se vieron obligados a recurrir al déficit y la deuda para pagar una factura energética fuera de control.
Perú, por ejemplo, agotó completamente sus reservas internacionales y en 1978 buscaba vías para refinanciar una deuda externa que se había vuelto imposible de pagar pese a que solo dos años antes años había obtenido US$210 millones en préstamos de bancos estadounidenses.
El otro mal generalizado fue la inflación, que, pese a ser un problema mundial, resultó particularmente difícil de corregir en América Latina.
En Argentina y Chile los precios llegaron a subir un 300%, y Perú entraría en la década de 1980 sumida en una hiperinflación cuyo recuerdo aún estremece a muchos peruanos.
Sin final feliz para la Venezuela saudita
Pero la historia de la Venezuela saudita no terminó bien.
La llegada de tanto dinero fácil propició algunos vicios y desequilibrios en la economía que terminaron condenándola.
En los sectores más acomodados se extendió un consumo frívolo y ostentoso.
El dispendio presupuestario y el alto gasto público alimentó la subida de los precios, que se cebó sobre todo con los hogares más humildes.
Mientras, como señala Randall, “la nueva riqueza de Venezuela no llegó de ninguna manera significativa a su gente”. Según las investigaciones de este autor, el 20% más desfavorecido de los venezolanos solo percibió un 3% del ingreso nacional, pese a que la renta per cápita de su país había escalado hasta rondar los US$2.000 anuales, una de las más altas de la región.
Y la ineficiencia y la corrupción empezaron a ganar terreno y a causar pérdidas en el sector público.
Gustavo Coronel, investigador del Cato Institute, un centro de análisis de Estados Unidos, estimó que solo entre 1972 y 1977 alrededor de US$100.000 millones fueron desviados indebidamente de la industria petrolera venezolana.
Además, según indica Toro Hardy, la inversión estatal tuvo efectos no deseados: “Un Estado todopoderoso por la renta petrolera llegó a controlar hasta tal punto la economía que desaparecieron todos los incentivos para el sector privado”
El economista cree que “la tragedia de Venezuela es que la riqueza súbita cuando el petróleo sube crea una ficción y desata el populismo de los gobiernos, pero luego los precios caen y desaparece la euforia”.
“Por eso Venezuela vive en una montaña rusa económica”.
Efectivamente, la curva del PIB venezolano muestra muchas y pronunciadas oscilaciones desde que se descubrió que había petróleo en el país en la década de 1920.
Tras el boom de los 1970, llegaría la bajada de la década posterior.
Para cuando Carlos Andrés Pérez regresó a la presidencia en 1989, Venezuela estaba tan atrapada en la deuda externa como sus vecinos y el presidente tuvo que aprobar un severo plan de ajuste bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional similar al aplicado en otros países de la región.
El plan motivó fuertes protestas en las calles, como el Caracazo de 1989, y en 1992 un joven coronel llamado Hugo Chávez lideraba un golpe de estado frustrado contra Pérez que terminó con decenas de muertos y con él en la cárcel.
En 1998, en medio del descontento contra los políticos tradicionales, los venezolanos elegirían presidente a Chávez. Pero esa es ya otra historia.