Aviones desaparecidos: las catástrofes aéreas más misteriosas
Más de tres días de búsqueda han pasado y aún no hay señal alguna del avión de Malaysia Airlines.
Aunque en los últimos días se han encontrado combustible y escombros cerca del lugar donde se cree que pudo estrellarse el avión, análisis posteriores han demostrado que no pertenecían al aparato de Malaysia Airlines. Tras más de tres días de intensiva búsqueda por mar y aire con la participación de expertos de varios países aún no hay datos concretos. Los primeros informes sacaron a la luz dos pasaportes robados y un misterioso billete comprado por un iraní en Tailandia, pero puede que esto no tenga ninguna relación con lo sucedido. De momento, las autoridades no descartan un atentado terrorista.
El debate acerca del destino de la aeronave en el mar de China puede durar años o décadas si se tiene en cuenta que los grandes desastres de aviación supusieron un complicado rompecabezas para los investigadores. Para comprobar si las catástrofes del pasado sirven de guía para resolver la reciente misteriosa desaparición del avión, el sitio web de RT en Español recuerda algunos de los mayores accidentes aéreos de los últimos años.
Es quizás el caso más parecido al de Malaysia Airlines. En el 2009 el vuelo 447 de Air France que salió de Río de Janeiro con destino a París desapareció en el océano Atlántico, sin dejar una señal de auxilio, con 216 pasajeros y 12 tripulantes a bordo. Las autoridades de Brasil pusieron a la Fuerza Aérea del país a realizar una búsqueda intensiva en el lugar donde se creía que pudo haber caído la aeronave. A pesar de que en los primeros días se avistaron los posibles restos del avión, posteriormente se demostró que estos no pertenecían a dicho vuelo.
En los primeros meses de búsqueda se recuperaron más de 40 cuerpos además de numerosos objetos, todos provenientes, según posteriores confirmaciones, del avión siniestrado. El hecho de que los restos y cadáveres no presentaran quemaduras reafirmaba la hipótesis de que el avión no explotó.
La caja negra del aparato fue localizada solo dos años más tarde y los investigadores tardaron un año más para averiguar la causa del accidente. Según ellos, el siniestro se produjo debido al congelamiento y al consecuente fallo de los tubos que indican la velocidad de la nave, más una combinación de errores humanos.
El caso más famoso de todos los que se han producido en el Triángulo de la Bermudas es el vuelo 19, una escuadrilla de cinco aviones torpederos Avenger de la marina de Estados Unidos, todos provistos de un equipo de navegación muy sofisticado, que desapareció durante un vuelo de entrenamiento, el 5 de diciembre de 1945.
Tras despegar de la base de Fort Lauderdale, en Florida, el vuelo de la escuadrilla transcurría con toda normalidad, hasta que el teniente Carlos O. Taylor informó con preocupación a la torre de control que su cuadrilla estaba perdida y que no podía distinguir la superficie del océano.
La torre pidió entonces a los pilotos que se dirigieran hacia el oeste, pero la respuesta del oficial fue aún más sorprendente que la primera: “No sabemos dónde está el oeste. Todo parece falso, extraño. No estamos seguros de ningún rumbo. Incluso el océano no parece ser el mismo de siempre”. Poco después, se perdió el contacto con los cinco aviones y el gran hidroavión bimotor 'Martin Mariner' fue enviado inmediatamente su auxilio. ¿Qué ocurrió? Pues que el enorme hidroavión desapareció a su vez, tan misteriosamente como ellos.
En pocas horas, seis aviones y 27 hombres se desvanecieron sin que el Ejército estadounidense encontrara jamás una explicación racional. Desde ese año y hasta 1975, un total de 37 aviones, más de 50 barcos y un submarino atómico, con toda su tripulación, desaparecieron sin una causa aparente y sin que se haya encontrado ningún cuerpo ni resto alguno hasta ahora.
El Boeing 747 de Trans World Airlines que despegó del Aeropuerto Internacional JFK, en Nueva York, con destino a Roma explotó y se estrelló minutos después de despegar, causando la muerte de las 230 personas que iban a bordo. Después de una investigación de cuatro años, la Junta Nacional de Seguridad del Transporte de EE.UU. (NTSB, por sus siglas en inglés) determinó que la causa más probable del accidente fue una explosión de combustible inflamable en un depósito provocada por un cortocircuito. No obstante, el reporte advertía que no había absoluta certeza en sus conclusiones.
Hasta la actualidad abundan las teorías de conspiración que estiman que la causa fue algo más nefasto, como una bomba en el avión o el lanzamiento de un misil. Estas teorías alternativas hicieron que el año pasado, casi dos décadas después del accidente, la NTSB se sintiera obligada a organizar una rueda de prensa haciendo hincapié en que no hay pruebas de radar, restos físicos ni testimonios de testigos que puedan explicar un ataque con misiles o bombas.
Como consecuencia de la investigación, se elaboraron nuevas normas para las aeronaves con el fin de evitar explosiones en los depósitos de combustible.
El Boeing 767 de Egypt Air, en su ruta de Nueva York a El Cairo, se estrelló en 1999 poco después de despegar. Como resultado de la colisión, las 217 personas que iban a bordo murieron. Después de una investigación de dos años, la NTSB concluyó que el primer oficial en la cabina del avión había provocado deliberadamente el choque mientras el piloto estaba en el baño.
Según la versión estadounidense, cuando el avión empezó a caer en picada hacia el océano el piloto intentó por todos los medios y herramientas posibles poner en vuelo el aparato, pero nada logró hacer. Finalmente el avión se chocó a una gran velocidad a unos 100 kilómetros de Nueva York. Por su parte, las autoridades egipcias reportaron que el avión tuvo un fallo mecánico del sistema de control de ascenso, lo que finalmente provocó el accidente, y descartan que el primer oficial del vuelo causara el accidente.
En catástrofes similares se han encontrado a menudo más de la mitad de los pasajeros, pero en esta ocasión no se encontró ningún cadáver.
El 2 de agosto de 1947, un Avro Lancastrian –un avión de pasajeros basado en el bombardero Lancaster de la Segunda Guerra Mundial– despegaba de Buenos Aires con destino a Santiago de Chile. A bordo del aparato, de la British South American Airways y bautizado como «Star Dust», viajaban 11 personas. El viaje transcurrió según lo previsto hasta que, tras dejar atrás Mendoza, el piloto alertó a la torre de control de que las condiciones meteorológicas le obligaban a modificar el plan de vuelo: “El tiempo no es bueno, voy a pasar a 8.000 metros para evitar el temporal”.
Cuatro minutos antes del aterrizaje en Santiago, el aparato informó de su hora de llegada, pero el avión nunca apareció en su destino. Durante más de medio siglo, el misterio de este accidente trató de explicarse a base de encuentros con supuestos ovnis. E incluso la revista «Stendek» del Centro de Estudios Interplanetarios (CEI) de Barcelona, considerada en su época (1970-1981) una de las más serias publicaciones ufológicas, defendía que el Avro Lancastrian había chocado con un ovni.
Sin embargo, todo se aclaró por casualidad 53 años después. En enero de 2000, un grupo de escaladores halló los restos del avión y de su tripulación en el cerro Tupungato, en la frontera entre Argentina y Chile, a 5.500 metros de altitud. Estaban sobre la pista desde 1998 y, por fin, tras el deshielo de un glaciar, las huellas de la catástrofe salieron a la luz.
La desaparición del Lockheed R7V-1 Super Constellation de la Armada estadounidense es la más trágica y misteriosa de todas cuantas se han producido en el Triángulo de las Bermudas: 52 pasajeros y el avión se volatilizaron sin dejar rastro, el 30 de octubre del 1954.
El vuelo partió de Maryland con destino a las Azores con los pilotos, varios soldados del ejército y sus familias. Había despegado sin problemas y, aunque el clima no era el mejor, era el habitual para esa época del año. Eso quiere decir, tormentas y pequeñas turbulencias que no suponían un problema para ningún vuelo ni antes ni ahora. Además, el piloto John Leonard conocía perfectamente la zona y disponía en el avión de un radar climático.
Las comunicaciones con el avión se perdieron repentinamente. El avión nunca llegó a su destino y jamás se supo que había sido de los pasajeros ni del aparato.
Tras cinco días de búsqueda sin resultado, las investigaciones fueron abandonadas. Tan solo se barajaron un par de hipótesis, pero ninguna pudo ser probada: que el avión se desintegrara en pleno vuelo, tal y como se supone hoy para el vuelo de Malaysia Airlines, y que los pilotos hubieran perdido el control cayendo al océano, aunque en este caso se cree que a los tripulantes les habría dado tiempo a enviar un mensaje de socorro.
“¡Vamos hacia el Sol!”. Este fue el último mensaje enviado por el telegrafiasta del avión antisubmarino Grumman, desaparecido el 1 de julio de 1969, en al mar de Alborán, frente a las costas de Almería. Cuando transcurrió el plazo fijado para el regreso y el aparato no volvió a su base, ni contestó las llamadas, se organizó una gran operación de búsqueda con importantes medios aeronavales. Tal solo se lograron hallar los dos asientos. Del resto de la nave y de los tripulantes jamás se volvió a saber nada.
La investigación realizada por las autoridades declaró el siniestro de “inexplicable”.