“Abuela, te quiero, pero no te pondría en cuidados intensivos”: entrevista a un médico de cuidados intensivos

El doctor Antonio Messina trabaja en el pabellón de cuidados intensivos del hospital IRCCS Humanitas de Milán, en Italia.
01 abr 2020 , 08:44
BBC News Mundo

Desde el inicio de la pandemia en Italia han muerto más de 60 médicos.

“En 10 años de carrera como reanimador me tocó ver muchas cosas, pero nunca algo parecido a esto”.

Cuando atiende mi llamada, el doctor Antonio Messina (Regio de Calabria, Italia, 1981) acaba de terminar su turno como anestesiólogo y reanimador de la unidad de cuidados intensivos (UCI) del hospital IRCCS Humanitas de Milán, en el norte de Italia.

Para él hoy han sido 8 horas, mañana serán 12 y, me cuenta, antes de tomarse un día de descanso con su pareja y dos hijos pequeños habrán pasado dos semanas.

Esta es la rutina de muchos médicos italianos que la pandemia de Coronavirus que afecta el país europeo les impuso desde hace más de un mes.

, la ciudad donde vive y trabaja el doctor Messina, es la capital de la Lombardía, la región más afectada por el covid-19 en Italia.

Cuando acabemos de conversar, el virus habrá afectado en esta región a 35.000 personas, casi la mitad de todos los casos del país, y habrá causado la muerte de más de 5.000. Aunque mantener esta triste contabilidad en estos días es tarea complicada.

Varios centenares de enfermos por covid-19 están internados en hospital donde trabaja el doctor Messina, quien atiende con otros 60 colegas a los 35 pacientes en cuidados intensivos.

En esta entrevista con BBC Mundo, Messina explica qué es lo más difícil de estar en una UCI,  y cuáles han sido los momentos que le han hecho llorar.

Pero también cuenta  y cómo de importante le hace sentir su hijo de 6 años.

Y finalmente recuerda por qué publicó una  diciéndole cuánto la quería y explicándole por qué, si se contagiara de coronavirus, no la pondría en cuidados intensivos.

Humanamente, es una experiencia extremadamente difícil.

Nunca me habría imaginado, ni yo ni nadie, vivir en mi vida profesional algo parecido a esta pandemia. Tanto por el número de afectados como por las dificultades que conlleva trabajar en un entorno donde es fundamental no contagiarse.

Sin embargo, me siento muy orgulloso con nuestra respuesta como profesionales. Creo que todo el personal sanitario está dando una respuesta entre impensable y conmovedora.

Todos están dando lo mejor de sí y hay un clima de profunda colaboración y empatía, tanto con los enfermos como entre nosotros.

Al principio, la parte más difícil fue adaptarse a trabajar durante tantas horas adentro de esos monos protectores.

Es muy duro, física y mentalmente, e incluso la dimensión del tiempo cambia radicalmente.

Además, tardamos unos 20 minutos para vestirnos. Y, una vez acabado el turno, para salir de la UCI tardamos 30, 40 minutos o incluso una hora.

Porque para desvestirse hace falta la ayuda de una persona externa que no esté contaminada, y este proceso solo se puede hacer con una persona a la vez. Si somos 10 los que acabamos de trabajar, tenemos que esperar nuestro turno para salir.

Por ejemplo, hablar con los enfermos es complicado. Ellos llegan con dificultades respiratorias y les ponemos un casco con oxígeno y nosotros estamos detrás de una máscara con visera.

Y luego está la relación con sus familiares. Nosotros los llamamos por teléfono todos los días, una vez por día, para explicarles cuál es la situación clínica.

Una vez, poco antes de entubar a un paciente y de que lo durmiéramos, lo último que me dijo fue: `Doctor, avise a mi mujer’.

En ese momento yo me pongo en su lugar y pienso cuál sería la última cosa que le diría a mi mujer o a mi hijo.

Eso es muy duro, pero es algo que nos ha pasado siempre en esta profesión. Lo que ahora lo hace diferente es la cantidad de pacientes.

¡Claro! Pero en nuestra profesión la relación con la muerte es algo cotidiano.

Lo que sí es muy difícil es comunicar por teléfono la muerte de una persona a un familiar que probablemente nunca hayas visto cara a cara.

Creo que no es correcto aguantar las lágrimas, pero tampoco lo es llorar delante de un paciente. A mí también me entran ganas de llorar y si tengo que hacerlo, espero a estar solo o hacerlo en casa.

Siempre intenté no llevarme a casa los problemas del trabajo, pero lamentablemente en los últimos tiempos se volvió difícil, porque al estar confinados, es en casa donde rezuman todas las tensiones.

Fue hace unos días, porque estaba agotado.

¡Esta es una de las cosas más lindas de todo este periodo! En la puerta de nuestro hospital han colgado una pancarta con el dibujo de un arcoíris y la frase “Andrà tutto bene” (irá todo bien, en castellano).

También hay una pizzería cerca que nos manda pizzas gratis y en los cartones nos escriben mensaje de apoyo.

Creo que la población está asustada y que se aferra a la sanidad pública como algo valioso. Esto es hermoso, así como creo que es hermoso que todos lo que lo necesitan sean tratados y gratuitamente.

Mira, lo más lindo es lo que me transmite mi hijo de 6 años. Él percibe que algo está cambiando e intenta racionalizar lo que está pasando. A su manera, me hace entender que estoy haciendo algo importante. ¡Eso para mí es lo más bello!

También tengo el apoyo de mi entorno familiar y de mis amigos. Piensa que justo nos íbamos a mudar de casa y la persona que iba a entrar en la nuestra me dijo: ‘Sé lo que estás haciendo, tómate todo el tiempo que necesites’.

No, no tengo miedo. Me siento en el lugar y en el momento correctos. Si no lo hacemos los profesionales como yo, ¿quién más lo podría hacer?”.

Pero sí es verdad que hay posibilidad de que me contagie. Y lo que me asusta es justamente las posibles repercusiones sobre mi entorno familiar. Considera que mis padres tienen más de 60 años y claramente viven encerrados en casa.

Pero lo que me realmente me da miedo es la vuelta a la normalidad. No sé cuánto tiempo pasará antes de que podamos abrazarnos, estrecharnos la mano o mirarnos de cerca como hacíamos antes.

Creo que durante un tiempo quedará el miedo a contagiarnos.

Yo no puedo no abrazar a mi pareja o a mis niños. Sé que otros médicos han decidido vivir aislados de sus familias, pero soy consciente de que las posibilidades de ellos se infecten o que les pase algo grave son muy bajas.

Mi abuela tiene 86 años, es lúcida, tiene buena salud, pero es muy probable que no saliese viva de un tratamiento de cuidado intensivos.

Pero no creas que es algo raro. Nosotros elegimos a diario y en equipo qué tratamiento aplicar según las condiciones de los pacientes y su expectativa de vida. Se llama proporcionalidad de los tratamientos. Es decir, en medicina se pueden hacer muchas cosas y las máquinas se pueden usar en muchos ámbitos.

Pero hay un momento en que lo que estamos haciendo ya no es funcional para la supervivencia del paciente y en que la aplicación de la técnica prevalece sobre las expectativas de curación.

Además hay que tener en cuenta la voluntad del paciente, y estoy seguro de que mi abuela tampoco querría entrar en cuidados intensivos.

Sinceramente, una de las cosas que más extraño ahora es la normalidad: poder sentarme con mis amigos alrededor de una mesa y tomar una copa de vino y comer juntos algo rico.

Poco después acabamos la entrevista y nos despedimos. Pero, al cabo de unas horas, el doctor Messina me manda un mensaje de WhatsApp.

“Non molliamo e ne usciremo. Dobbiamo”. ("No nos rendimos y saldremos de esta. Tenemos que hacerlo", en castellano).

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