Alfaro: "Pondré el alma para que Ecuador esté en Catar"
Menos de dos meses de trabajo le alcanzaron a Gustavo Alfaro para encender la ilusión de Ecuador de estar en la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022™, luego del inicio del clasificatorio sudamericano.
El entrenador argentino, que atraviesa su primera experiencia como seleccionador, elige la mesura. “El desafío es, en este año y medio, hacer realidad esa ilusión”, dice a FIFA.com, en su primera entrevista exclusiva desde que asumió el 26 de agosto.
Alfaro tuvo una corta carrera como mediocampista en Atlético de Rafaela, de 1988 a 1992. Allí comenzó a dirigir algunos meses después de su retiro. Desde entonces, trabajó casi siempre en su país, salvo un breve paso por el fútbol saudí. Además, asistió a los últimos cuatro Mundiales como analista para una cadena de televisión. De todo esto habla con FIFA.com.
El fútbol siempre fue una pasión. Yo, además de jugar, me crié en Atlético Rafaela, mis padres eran dirigentes. Soñaba con Primera oyendo la radio y haciendo las tablas de posiciones, pero desde Rafaela parecía lejano y empecé a estudiar ingeniería química.
Un año entramos al torneo regional, y de ahí ascendimos a la B Nacional (segunda división). Le prometí a mi padre que jugaría un tiempo y luego retomaría los estudios, y tres años después cumplí. Pero el fútbol ganó y decidí buscar como entrenador lo que había soñado como jugador. A los 30 ya dirigía profesionalmente.
Muchísimo. Para empezar, los valores, que no se negocian. Segundo, no conformarme, saber que siempre hay un camino por recorrer. Algo que le digo a mis hijas y a mis futbolistas: está bien tener sueños, pero no se detengan en ellos, salgan a atraparlos. Yo debí tomar decisiones difíciles, pero tuve y tengo la suerte de cumplirlos.
Tengo 58 años, y, bien o mal, todo me ha costado. Las cosas no se consiguen de la noche a la mañana. A los 34 dirigía en Segunda y pensaba que el próximo paso era Primera, pero un año después dirigía en Tercera. ¡La realidad a veces te rompe la boca y te ubica en tu lugar!
Para mí cubrir un Mundial era hacer un máster. No sólo miraba partidos, hablaba de fútbol, sobre todo con entrenadores. Analizaba conductas y hacía ejercicios: ¿qué busca tal con esa decisión? ¿Qué haría yo en su lugar? Examinaba perfiles de técnicos que definían cosas buscando pautas para decir, ‘si un día me toca, quiero hacerlo así’.
En 2014, Argentina empezó con línea de tres o cinco atrás, Sabella cambió en el entretiempo del primer partido a dos líneas de cuatro, y con táctica llegó a la final. En ese mismo Mundial, Argelia le cerró los caminos por afuera a Alemania, complicándole de contra con un delantero rápido, obligando a Neuer a jugar de líbero. Loew lo resolvió en el alargue con un volante vertical como Khedira por adentro. Van Gaal cambió al arquero antes de una tanda de penales y le salió bien. Quiero tomar decisiones así, que cambien el destino de un partido o torneo.
Desembarcar en una selección fue un proceso de maduración, pero sé que estoy acá por el post Boca. Más de una vez había sonado para un trabajo así, pero al no pasar ciertos filtros, dudaban si tenía el perfil para un vestuario de selección. Boca no es fácil, es una selección diaria, un cuello donde todo confluye. Pasar por ahí te coloca en otro punto de partida, pero no olvido todo lo anterior y lo valoro mucho.
El potencial. Seguí su desarrollo en juveniles, hay una camada muy buena, así como también un grupo de jugadores interesantes de alrededor de 23 años, pero hay menos entre todos ellos y los Noboa, Domínguez, los Valencia. Entre todos ellos y los Noboa, Domínguez, los Valencia… En el proceso de renovación, si logro darle una impronta del fútbol argentino, sin perder la esencia del jugador ecuatoriano, la selección puede recuperar ese lugar que ocupó seis años atrás, pero también pensar en una etapa de crecimiento a 10 años.
Combinar la escasez de tiempo de trabajo con la necesidad de resultados, de forjar un perfil de equipo, de grupo. Debía darles la mano a los jugadores y salir a la cancha, buscando que la primera impresión fuera buena, y armar rápido la sociedad con ellos. Sus respuestas fueron excelentes, me hicieron las cosas fáciles. Sentí que me creyeron e intentaron tomar los aportes que les dimos.
Perdieron ajustadamente con Argentina y golearon a Uruguay.
Positivo, porque jugamos con dos de las mejores selecciones de Sudamérica. Hicimos buenos partidos, sobre todo con Uruguay. Estamos en una situación expectante que debemos confirmar ahora, sin creérnosla. Ecuador sacó 12 de los primeros 12 en la eliminatoria pasada y no clasificó. El que no conoce su historia, está condenado a repetirla. Nuestro trabajo recién comienza, en esto todos nos llevan ventaja.
Yo percibí eso en el segundo tiempo con Argentina, hubo otra prestación. Les dije a los jugadores: no les miren la camiseta ni el nombre a los rivales, si no, será difícil competir. Deben despojarse de los prejuicios. Lo mismo que con el tema de la altura.
Antes de Uruguay, les recalqué que estaba cansado que digan que el rival es la altura: ‘Demostremos que el rival es quien viste la camiseta, que hay sustentos futbolísticos, no geográficos’. Y vi un equipo suelto, generoso. Para mí tuvieron los tres factores que necesita Ecuador para achicar distancias con rivales de mayor jerarquía.
El primero, la agresividad bien entendida. Por biotipo, son fuertes, veloces, dinámicos y técnicos, pero la pelota a veces se gana por cómo se disputa. Esto también influye en lo táctico. No deben temer a jugar con la defensa adelantada, lejos de nuestro arco: con su velocidad se recuperan mejor.
El segundo es la concentración. Aspiro a que mis jugadores puedan percibir situaciones o espacios para aprovechar en cualquier momento, porque se convierten en detalles decisivos a este nivel. Con Uruguay hicimos dos penales innecesarios por distracciones.
Y tercero, la disciplina táctica, entender por qué hacemos cada cosa. El talento es una condición necesaria, pero no suficiente. Los tres factores pueden darnos la impronta de equipo que pretendo.
De malo, que los tres fueron innecesarios: dos por barrer la pelota al piso en época de VAR, aunque el de Argentina no me pareció, y otro por una mano levantada tras una pelota parada. Acá, las pequeñas diferencias marcan las grandes diferencias.
En lo táctico, con Argentina, nos privó de jugar como imaginábamos: si llegábamos 0-0 al segundo tiempo, la idea era poner jugadores rápidos y aprovechar su necesidad de buscar el resultado. Y después, es una Eliminatoria que se define por puntos, pero también por goles. Una mejor diferencia con Uruguay es un punto más…
De bueno, significa que fuimos serios atrás, pero yo debo mirar la mitad vacía del vaso.
Como un todo, pensando cómo quiero arrancar y terminar en Bolivia, y cómo arrancar y terminar en Colombia. Para Bolivia, no ganar sería diluir el trabajo de renovación, es una final y así lo jugarán, deberemos prepararnos mentalmente.
Después, Colombia es muy intensa, con una identidad definida más allá de los cambios sutiles entre Pékerman y Queiroz. Además, sabe lo que es ganar en Quito, habrá que ser inteligentes para llevarla al terreno que nos conviene.
Ecuador es hoy un puñado de muy buenas intenciones más que un equipo. El desafío, repito, hacer realidad una ilusión. Estoy acá no por el dirigir a una selección, sino para ganar. Por ejemplo, ¿dónde está escrito que no podemos ganar la próxima Copa América? Con los pies en la tierra, confieso que para mí sería una frustración no jugar el Mundial: pondré el alma para que Ecuador esté en Catar.