Nadal, al borde de la extenuación, logra un triunfo épico

La alegría de Rafael Nadal
21 ene 2015 , 08:36
Redacción

Nadal necesitó de cinco sets para lograr avanzar en el primer Grand Slam de la temporada del ATP.

El español Rafael Nadal sacó adelante un partido agónico, a la desesperada y casi sin fuerzas después de cuatro horas y 12 minutos de angustia, con mareos, deshidratación y calambres incluidos, y venció con un esfuerzo sobrehumano al estadounidense Tim Smyczek por 6-2, 3-6, 6-7 (2), 6-3 y 7-5, para ganar la tercera ronda del Abierto de Australia.

 

 

"Una noche muy dura", dijo Nadal sobre la pista, quien aprovechó la oportunidad para calificar a su rival de "caballero por lo que ha hecho al final, algo que no todo el mundo hace con 6-5 en el quinto set", al referirse a la repetición de primer saque que Smyczek le concedió tras el murmullo del público que había desconcertado a Rafa.

 

"Hoy había mucha humedad, intenté lo mejor, pero no sé lo que me ha pasado. Ha sido un problema gástrico, creo, he tenido malas sensaciones y deshidratación al finalizar el primer set, y algunos calambres por alguna parte", explicó.

 

"Esta humedad me ha pasado factura. Estaba muy cansado, he tratado de mantener la mejor actitud, pero es algo lógico, porque no estoy perfecto después de estar tanto tiempo fuera del circuito", añadió para resumir todo lo que había pasado en ese dramático encuentro.

 

Smyczek parecía el rival perfecto para que Nadal se rodase más. Situado en el puesto 112 del mundo, procedente de la fase previa, sin título alguno, pero si más acostumbrado a la lucha en estas pistas este año, con tres victorias en la fase de clasificación y la primera en el cuadro principal, y que había asegurado que si no tuviera la más mínima oportunidad de ganar, no saltaría a la pista.

 

Y su predicción estuvo a punto de cumplirse, porque aunque nunca en su vida había ganado a un rival entre los diez primeros y el hecho de jugar contra Rafa, independientemente del resultado, era ya un gran regalo, el de Milwaukee estuvo muy cerca.

 

Después de su triunfo ante el ruso Mijail Youzny, andaba algo mosqueado el zurdo de Manacor al saber que tenía delante otro jugador de la fase previa, porque dos de sus cuatro últimos partidos los había perdido contra rivales de estas características (el eslovaco Martin Klizan en Pekín el año pasado, y el alemán Michael Berrer en Doha en este).

 

Nadal empezó a afilar sus colmillos en el primer set que ganó con autoridad, con la misma con la que se hizo con el primer parcial contra el alemán Michael Berrer en Doha, pero los problemas y las dudas comenzaron a surgir en el juego del español, que notaba además la tremenda resaca que se hacía sentir en la central después la primera jornada de calor, con 32 grados.

 

Su camiseta rosa fucsia estaba empapada y su cara reflejaba desesperación, porque en el segundo parcial cedió dos veces su saque, con doble falta en ambos, y su bola se quedaba pegada en la cinta cuando en el cruzado intentaba dejar fuera de sitio a Smyczek.

 

El estadounidense, de golpes amartillados y piernas de acero, aprovechó la primera de sus tres oportunidades para cerrar ese parcial a su favor en 40 minutos con una certera derecha en paralelo,

 

El 0-2 del tercer set inquietó más aún banquillo de Nadal, especialmente a su tío y entrenador Toni, y a su preparador Rafa Maymo, porque habían detectado que al zurdo le pasaba algo. Una llamada al fisio del torneo aclaró el asunto. Rafa sentía mareos y deshidratación y los consiguientes calambres, y el doctor le dio una pastilla. Luego le hicieron llegar un suplemento rico en glucosa y Rafa mordisqueó un plátano y tomó zumo. Y se fue al baño.

 

Sin fuerzas era difícil controlar a un inspirado rival que además lograba golpes no soñados y sumaba saques directos. Por contra el servicio de Nadal fallaba, cometía dobles faltas (siete en total) y dejaba que su rival le comiera el terreno. Y aunque sacó para ganar ese parcial dejó que Smyczek forzara el desempate, un juego en el que el americano dominó y cerró con el séptimo saque directo de su cuenta.

 

Con dos sets a uno para Smyczek, la cara de uno y otro jugador reflejaban lo que sucedía en la pista. El estadounidense sin sudar una gota, tranquilo. Nadal, empapado. Ambos se cambiaron de camiseta y la usada por Nadal pesaba el doble.

 

Tod parecía perdido para el campeón de 2009, que no obstante se mantuvo en la lucha, agarrándose a lo que podía, a sus piernas, a su coraje. Y llegó por fin la rotura en el sexto juego (4-2) que le dio moral para hacerse con ese parcial y nivelar el duelo.

 

Nadal estaba al límite y su rival parecía fresco, sin signos de nerviosismo y concentrado al máximo. Así salvaba puntos de rotura, mientras que a Nadal le costaba ganar su servicio. Hasta que finalmente Rafa logró robarle el saque en undécimo juego.

 

Smyczek tuvo entonces un detalle que le honra. Sacaba el español para ganar el partido, y el murmullo del público le hizo fallar el primer intento, y el americano concedió que lo repitiera. Luego, el dramatismo siguió hasta el final porque Nadal necesitó cuatro oportunidades para sellar una de las victorias más duras de su carrera y confirmar que ningún jugador procedente de la previa ha podido con él, jamás, en un Grand Slam.

 

Nadal se enfrentará en tercera ronda con el israelí Dudi Sela que derrotó al checo Lukas Rosol, pesadilla y verdugo del español en Wimbledon 2012, por 7-6 (2), 5-7, 7-5 y 6-3.

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