06 may 2024 , 19:49

Durante los cinco años como embajador, Michael Fitzpatrick, no dudó en señalar los alcances de la corrupción

Además, fue un facilitador en el fortalecimiento de las relaciones entre Ecuador y Estados Unidos.

Embajadores hay de distinto tipo, y Michael Fitzpatrick ha sido de los que en sus intervenciones dice mucho, eso no es precisamente lo común, por lo que de allí devienen también los indicadores de su relevancia.

Poco más de un año tenía el embajador de Estados Unidos en el país, llegó en junio del 2019, cuando informaba del retiro de visas a 300 ecuatorianos a los que se investigaba por delitos de corrupción.

El Embajador decía que su país no quería a delincuentes ni su dinero en su país.

Fitzpatrick sostenía que en la lucha contra la corrupción, Ecuador tendría en Estados Unidos a un aliado, y bajo ese mantra, sus intervenciones lo colocaban en el centro de las discusiones públicas del país.

Quizás porque se atrevía a decir las verdades que los actores internos se negaban a exponer y no tenía reparos en remarcar la presencia del crimen organizado y el narcotráfico en las esferas de poder.

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El embajador Fitzpatrick no dejó títere con cabeza, lo mismo que habló de narcogenerales refería a una justicia corrompida, a la infiltración de mafias en equipos de fútbol y medios de comunicación, habló de lavado de dinero y también de testaferrismo.

Esto, al tiempo en que trabajada en la consolidación de Ecuador como socio estratégico de Estados Unidos, en un momento en el que los vientos políticos alejaban a otras naciones de la influencia de Washington.

El resultado de esa gestión se evidenció lo mismo en las dos visitas de mandatarios ecuatorianos a la Casa Blanca, que en los buenos oficios interpuestos para que Ecuador cierre dos acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, si no se cuenta el del último abril.

Asimismo, Fitzpatrick se convirtió en el canal que facilitó la llegada a quito de altos funcionarios de Estados Unidos, desde el Secretario de Estado, Antony Blinken, hasta la Comandante del Comando Sur, Laura Richardson.

También durante su gestión se suscribieron cuatro acuerdos de cooperación militar entre Estados Unidos y Ecuador. De interceptación aérea, de interceptación marítima, de fortalecimiento de Fuerzas Armadas y de lucha contra la delincuencia transnacional.

Además, se trabajó ampliamente en la ley de innovación y desarrollo para Ecuador, que espera su trámite en el Congreso de Estados Unidos.

La de Fitzpatrick fue una diplomacia de micrófono abierto, inusual, sí, pero que encontraba asidero en las revelaciones que la justicia desarrollaba en el país.

Al final, si el rol de un embajador es el de fortalecer las relaciones entre las naciones, Fitzpatrick lo cumplió a cabalidad, y fue más allá, al poner más de una vez al país frente a un espejo.

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