07 jul 2014 , 05:37

Mauricio Rodas y su familia se mudan a residencia oficial de los alcaldes

Con solo 45 días como alcalde, la popularidad de Mauricio Rodas es visible. En plena Plaza Grande la gente lo aborda con aprecio, pero muchos ignoran que va a una nueva casa.   Se trata de una propiedad el siglo 16, inicialmente fue asignada al cofundador de Quito, Juan Díaz Hidalgo, después vivienda del presidente Gabriel García Moreno, es decir, dicha casa ha tenido varias manos y funciones hasta cuando en 1992, el municipio la hizo residencia del alcalde.  

Con solo 45 días como alcalde, la popularidad de Mauricio Rodas es visible. En plena Plaza Grande la gente lo aborda con aprecio, pero muchos ignoran que va a una nueva casa.

 

Se trata de una propiedad el siglo 16, inicialmente fue asignada al cofundador de Quito, Juan Díaz Hidalgo, después vivienda del presidente Gabriel García Moreno, es decir, dicha casa ha tenido varias manos y funciones hasta cuando en 1992, el municipio la hizo residencia del alcalde.

 

Ahora, Rodas se mudará junto con su esposa y sus dos pequeños hijos. La remodelación del edificio guarda lo antiguo de sus patios internos y amplias habitaciones, además de muchas puertas, escaleras y corredores apuntados a ventanas y balcones. 

 

La vecindad con el palacio presidencial inspira un revelador anuncio del alcalde abocado a una gestión compleja.

 

Rodas destaca logros en poco tiempo, desde la rebaja de multas hasta un plan nocturno de obras, entre otros. Cuestiona al municipio que recibio poniendo como ejemplo al transporte público y la consecuente emergencia que ordenó.

 

Atribuye la lentitud del transporte metropolitano a su capacidad de movilización, hoy superada en un 50%. Anunció, asimismo, que el proyecto del metro se definirá con las ofertas, cuyo concurso empieza este lunes.

 

Rodas se organiza para vivir entre la mencionada propiedad y su casa del Valle, se muestra optimista y recuerda que de niño con su padre recorría el centro histórico. Reconoce que con la alcaldía le ha sobrevenido una cadena de cambios, cuyo final solo lo sabe Dios. 

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